sábado, 19 de noviembre de 2011

La clase, by Laurent Cantet

Esta peli ha conseguido lo que parecía completamente imposible: sentar a mis hijos dos horas en el sofá sin pelearse ni chillar ni abrir la boca, completamente embobados y sin quitar la vista de la tele. Y lo que tiene más mérito, sin el pressing catch.

Que cómo ha ocurrido? Pues no sé, pero creo que les sonaba lo que estaban viendo: el aula, las sillas, las mesas, el ambiente, el patio, el tono, los granos, la testosterona desatada, los diálogos, las clases, los conflictos... Como si estuvieran viendo casi una grabación de sus propias vidas. Aunque su instituto no tenga ese grado de conflictividad social ni la multiculturalidad del de esta historia hay algo universal en el mundo adolescente que les hace sentirse identificados entre ellos aunque vivan en planetas diferentes y no haya nada más que les una que la edad. Se ven unos a otros y se entienden de inmediato.

Me gusta de esta película el planteamiento neutral y acrítico. No hay puntos de vista, sólo una cámara grabando a alumnos, profesores y padres, y tocando todos los palos. Conflictos, tensiones, lucha generacional, disciplina, autoridad, docencia, ira descontrolada, rebeldía, estrés. No hay profesores infalibles ni milagros ni alumnos conversos ni nada de eso a lo que tan acostumbrados nos tiene el tradicional cine de aulas.

Sólo un guión impecable, obra de François Bégaudeau, basado en su propio libro, y que además interpreta al profesor protagonista (polifacético que es el muchacho). Y esa mirada limpia de Cantet, que se limita a mostrarnos la realidad sin entrar ni salir, elaborando un retrato tan fiel que hasta un par de pequevándalos, incapaces por lo general de permanecer sentados más de diez minutos, se han quedado enganchados durante casi dos horas a una historia en la que no hay tiros ni coches que explotan. Pura magia. Sencilla redondez.

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