martes, 30 de diciembre de 2014

Un engaño de lujo, by Pierre Salvadori

Vale. Yo me puedo creer sin ningún tipo de problema que Audrey Tautou, bien maqueadita, exquisitamente vestida, peinada y maquillada (olvidemos en beneficio de todos el alucinógeno look Ameliè), sea una buena prostituta de lujo. Es una chica muy mona y tiene bastante savoir faire, y además hay por ahí mucho viejo gordo y baboso ávido de cuerpos cuasi infantiles y de caritas angelicales a las que aplastar bajo sus abundantes carnes blancuzcas. Puagggggg!

Ahora bien, si para creerme eso me tengo que creer también que Gad Elmaleh podría ser un puto de lujo... mi credulidad se declara en huelga desde ya. No es posible que haya ni una vieja pija en el mundo capaz de gastarse un pastizal en semejante señorito de compañía. Máxime con la cara de gilipollas esnortao con la que se pasa durante toda la película el tal Elmaleh.

Que una cosa es que Carlota de Mónaco se haya encaprichado en la vida real de este señor, que es un tipo de mundo, forrado y probablemente un gran seductor, y otra muy distinta que el tipo al que interpreta en el filme pudiera seducir ni siquiera a Chabelita Pantoja, por poner un espantajo paradigmático.

O sea, vamos a ver, un tipo que babea de continuo, que va por la vida con la mandíbula descuajaringada de puro imbécil, que lleva el cartelón de memo sin remedio en plena faz... qué clase de gigoló puede ser? Qué será lo siguiente, poner a Carmen de Mairena de princesita Disney?

Pierre Salvadori propone al espectador un reto tan tremendo al pretender que consiga ver a Elmaleh como un seductor en potencia que se carga él solito una cinta que, en principio, partía de una buena premisa. A fin de cuentas una historia de amor entre una puta y un puto podría haber resultado rompedora, transgresora, impactante... Pero dadas las circunstancias se queda en... puro truño sin paliativos.

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