El problema de "El festín de Babette" es que le sobra toda la primera hora. Y no sólo es que le sobre; es que es francamente soporífera. Para llegar a lo que es el festín propiamente dicho hay que soportar estoicamente una retahíla de escenas insulsas, lentas, sin vida, sin gracia, sin un sólo diálogo interesante, llenas de insufribles cánticos religiosos y rezos, vamos, un coñazo en toda regla. Eso sí, si consigues superar esa terrible tortura recibes como premio la parte final, que es una verdadera delicia, un canto a los sentidos, a todos ellos, la prueba irrefutable de que si no existe Dios hay por ahí algo que se le parece mucho.
Partimos de la base de que la película se basa en un cuento de Isak Dinesen, la inolvidable escritora danesa cuya vida se narra en la perfectamente olvidable "Memorias de África". Dinesen fue una gran cuentista, tenía una capacidad increíble de atrapar la atención de la gente con sus relatos y conseguía que todo el mundo se quedara embobado escuchándola, así que me imagino que su historia tiene que estar mucho mejor contada que la película. Tengo que pillarla en alguna parte porque me encantaría leer las descripciones de Dinesen de esos platos franceses maravillosos que hace preparar a Babette.
Creo que Gabriel Axel alarga innecesariamente todos los preliminares, la presentación de personajes, los sermones del pastor, los cantos, las oraciones... Como mucho, esa parte se podría despachar en un cuarto de hora corto, para llegar a lo verdaderamente esencial de la película, que es el momento de la cena. Y en cambio el banquete sabe a tan poco! No podía haberlo alargado un poco más? Haberse demorado en las imágenes de los quesos, las verduras, las codornices, la elaboración de las salsas, las frutas, el placer irreprimible de los comensales al saborear las viandas, el goce de Babette al cocinar para ellos...
En fin, es tanto el sopor que me produce la primera parte de esta película y tan grande el goce que me provoca la segunda que tengo por costumbre siempre que la veo (y van unas cuantas veces) saltarme los prolegómenos para ir directamente al grano. Sé que no está bonito eso en un espectador de cine, y mucho menos si luego pretende hacer una crítica, pero teniendo en cuenta que ya me tragué toda la peli íntegra en su momento creo que ahora puedo permitirme esa pequeña licencia.
No quisiera terminar sin rendir mi más sentido homenaje a Stéphane Audran, ese pedazo de actriz francesa que es el paradigma vivo de la belleza y la sensualidad. Qué bien elegida está para el personaje de Babette, la cocinera mágica, la que con sus artes conseguirá hacer tocar el cielo a esa panda de carcamales beatos para los que el placer está terminantemente prohibido y castigado con el infierno. Probablemente Dinesen al imaginarla en su cuento pensó exactamente en ella o en alguien como ella, pura lujuria. No podía ser de otra manera.
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