miércoles, 3 de junio de 2015

Una vida por delante, by Lasse Hallström

Estaba yo viendo esta película cuando de repente pensé: joder, a qué me suena a mí esto. A ver, una muchacha viuda que llega a un pueblo perdido con su hija de la mano en busca del abuelo de la niña; el abuelito resulta ser un tipo huraño y malencarado que al principio no quiere ni ver a la chiquilla, la mira con inquina y desconfianza y cuando se digna a decirle algo siempre es a base de gruñidos, pero con el tiempo poco a poco le va cogiendo cariño, y al final está que no caga con la nena. Coñññño, esto es Heidi!

En fin, dejando a un lado los parecidos razonables entre este filme y la mítica serie animada, hay algunos detalles en esta historia que me irritan profundamente. Para empezar, hay un trasfondo temático de malos tratos, y como era de esperar el director cae en todos los insufribles topicazos del género sin ahorrarse ni uno: el maltratador es una especie de monstruo que sin comerlo ni beberlo ha llegado a la vida de una inocente mujer que no tiene ninguna responsabilidad en lo que le pasa. Eso sí, la tía mete en su casa con una hija pequeña a un tío detrás de otro y a los cinco minutos de llegar al pueblo del abuelito ya le está tirando tremendos tejazos al sheriff del lugar, con la típica frase: “vale, vamos a follar pero que conste que no quiero enamorarme”. Pos hija, si no quieres enamorarte, no podías estar una temporadita sin macho? Por lo menos hasta que se te borren de la cara las huellas de las hostias que te daba el anterior.

Siguiendo con los topicazos, incluso en un momento dado el personaje de Jennifer López le dice a su novio sheriff: “sabes por qué soporté tanto tiempo que me pegaran? Pues porque pensaba que valía tan poco que no iba a encontrar nada mejor” Hombre, Jennifer López, si con tu cara, tus tetas y tu culo tú tienes que aguantar que un tipo te infle a hostias porque vales poco, a las que no tenemos ni tu cara ni tus tetas ni tu culo entonces deberían matarnos a palizas, no? Manda huevos.

Total, que tenemos a la típica mujer maltratada que es ajena a todas las desgracias que le suceden, que no quiere enamorarse porque tiene miedo de los hombres pero que cada cinco minutos se echa un novio nuevo, y que soporta estoicamente los malos tratos porque, a pesar de estar buena que te cagas y saberlo, tiene la autoestima al nivel de una alpargata. Venga ya, Lasse Halström, que tanta simpleza y tonterismo no te pegan, hombre.

A la película la medio salvan sus dos estrellas, Freeman y Redford, que dentro de la memez de la historia, hacen un excelente trabajo, en su tónica habitual. No en vano, las mejores escenas y los diálogos más fumables son los que transcurren entre ambos. Por el contrario, como también era de esperar, la inevitable niña actriz, Becca Gardner, es absolutamente petarda y asesinable. Sin duda alguna me quedo con la dulce, tierna y entrañable Heidi. Vamos, es que no hay color.

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