Tengo que empezar diciendo que esta película polaca tiene unas críticas unánimemente estupendas y que cuando empecé a verla esperaba algo francamente memorable. Y la verdad es que lo fue pero no por las razones que había supuesto.
No negaré las buenas intenciones del film y su carácter de denuncia de unos acontecimientos espeluznantes, parece ser que reales. La historia va de un misterioso secreto que unos hermanos descubren sobre el pasado de su aldea, algo que no pone en demasiado buen lugar a sus vecinos e incluso a sus propios padres, algo relacionado con la desaparición de un montón de judíos del pueblo durante la invasión alemana. Y hasta aquí puedo contar.
Llamadme frívola si queréis, pero a mí la historia dejó de interesarme casi desde el minuto cero porque había otro asunto que me preocupaba mucho más. Un asunto que tal vez podría calificarse como de interés menor pero que me tenía tan fascinada que prácticamente absorbió mi atención durante todo el metraje.
Os cuento: resulta que uno de los dos muchachos protagonistas vuelve a Polonia desde Estados Unidos, donde vive, para ver por qué la mujer y los hijos de su hermano lo han abandonado y se han plantado en su casa al otro lado del Atlántico. El hombre llega a su pueblito natal y nada más llegar le desaparece la maleta, con lo cual se instala en casa del hermano prácticamente con lo puesto. Lo puesto es pantalón y americana negros y camisa blanca. Punto y pelota.
Pues bien, aquí viene lo que me tenía patidifusa por completo. El tipo cada noche se quitaba la camisa y la lavaba a mano muy hacendosito él, para tenderla a continuación en una cuerda dentro de la habitación. Y hay varias cuestiones que me intrigaron desde el principio:
Cuando lavaba la camisa y se desnudaba siempre se quedaba con camiseta interior y calzoncillos. Y la cuestión primera es: cuándo lavaba ese hombre la camiseta y los calzoncillos? Porque si no tienes maleta y no te puedes cambiar de camisa es de suponer que tampoco puedes cambiarte de ropa interior. Alguno podrá decir: puede que el hermano le prestase una muda. Vale, pero por qué no también una camisa o una camiseta o algo más? Ya que te pones a prestar o vistes entero al muchacho o pasas.
Eso por un lado, pero luego viene lo más intrigante aún. El tipo se pone a ayudar al hermano en tareas agrícolas bastante duras e incluso se produce un incendio en las tierras, y… no os lo perdáis!!!! Todo el tiempo con la camisa blanca puesta!!! Conocéis a alguien que trabaje en el campo o que apague fuegos con una camisa blanca impoluta? Por qué ese hombre no se quitaba la camisa y se quedaba en camiseta interior, como hubiera hecho cualquiera en su lugar, igual que hacía para dormir?
A todo esto el tipo se nos revela como un as de la limpieza, que ríete tú del Ariel Ultra. Oye, que frota un poquito todos los días el cuello y los puños de la camisa y le desaparecen todo tipo de manchas: sangre, tizne, barro, mugre varia… en fin. Y lo más alucinante es que frotando el cuello de la camisa… y esto es sencillamente maravilloso… le desaparecían las manchas de toda la camisa!!!!
Vaya, como os lo cuento. Por eso digo que podéis llamarme maruja, frívola o lo que os pete, pero cómo iba yo a fijarme en el argumento de la película con un enigma así ante mis ojos? Me tenía el tío completamente flipada. Qué arte, qué poderío, qué capacidad de escamonde… Qué envidia!
Aparte de esta disquisición personal mía, la historia en sí me parecía tan obvia, y los diálogos entre los hermanos o con los vecinos del pueblo tan de manual del perfecto bronquista que no me resultó demasiado difícil desviar mi atención. Los habitantes del pueblo podrían describirse como los típicos malafollás de todos los pueblos de la España profunda, la América profunda o la Polonia profunda, esa clase de gente que mira con el ceño fruncido a los forasteros o a los vecinos que se salen un poco del parchís. Y casi siempre se ve venir que aquello va a terminar como el rosario de la Aurora, o por lo menos, en algún tipo de cochinada.
No dudo de que el señor Wladyslaw Pasikowski haya pretendido hacer una revisión histórica de un pasado patrio no muy ejemplar, y ese intento suyo me parece de lo más encomiable, pero en mi opinión le ha quedado una película insulsa, a ratos bastante tediosa y con unos personajes tan poco interesantes que no es difícil distraerse con asuntos secundarios como el que a mí me tenía tan intrigada de la camisa blanca del protagonista. Y todavía hoy sigo dándole vueltas.
No negaré las buenas intenciones del film y su carácter de denuncia de unos acontecimientos espeluznantes, parece ser que reales. La historia va de un misterioso secreto que unos hermanos descubren sobre el pasado de su aldea, algo que no pone en demasiado buen lugar a sus vecinos e incluso a sus propios padres, algo relacionado con la desaparición de un montón de judíos del pueblo durante la invasión alemana. Y hasta aquí puedo contar.
Llamadme frívola si queréis, pero a mí la historia dejó de interesarme casi desde el minuto cero porque había otro asunto que me preocupaba mucho más. Un asunto que tal vez podría calificarse como de interés menor pero que me tenía tan fascinada que prácticamente absorbió mi atención durante todo el metraje.
Os cuento: resulta que uno de los dos muchachos protagonistas vuelve a Polonia desde Estados Unidos, donde vive, para ver por qué la mujer y los hijos de su hermano lo han abandonado y se han plantado en su casa al otro lado del Atlántico. El hombre llega a su pueblito natal y nada más llegar le desaparece la maleta, con lo cual se instala en casa del hermano prácticamente con lo puesto. Lo puesto es pantalón y americana negros y camisa blanca. Punto y pelota.
Pues bien, aquí viene lo que me tenía patidifusa por completo. El tipo cada noche se quitaba la camisa y la lavaba a mano muy hacendosito él, para tenderla a continuación en una cuerda dentro de la habitación. Y hay varias cuestiones que me intrigaron desde el principio:
Cuando lavaba la camisa y se desnudaba siempre se quedaba con camiseta interior y calzoncillos. Y la cuestión primera es: cuándo lavaba ese hombre la camiseta y los calzoncillos? Porque si no tienes maleta y no te puedes cambiar de camisa es de suponer que tampoco puedes cambiarte de ropa interior. Alguno podrá decir: puede que el hermano le prestase una muda. Vale, pero por qué no también una camisa o una camiseta o algo más? Ya que te pones a prestar o vistes entero al muchacho o pasas.
Eso por un lado, pero luego viene lo más intrigante aún. El tipo se pone a ayudar al hermano en tareas agrícolas bastante duras e incluso se produce un incendio en las tierras, y… no os lo perdáis!!!! Todo el tiempo con la camisa blanca puesta!!! Conocéis a alguien que trabaje en el campo o que apague fuegos con una camisa blanca impoluta? Por qué ese hombre no se quitaba la camisa y se quedaba en camiseta interior, como hubiera hecho cualquiera en su lugar, igual que hacía para dormir?
A todo esto el tipo se nos revela como un as de la limpieza, que ríete tú del Ariel Ultra. Oye, que frota un poquito todos los días el cuello y los puños de la camisa y le desaparecen todo tipo de manchas: sangre, tizne, barro, mugre varia… en fin. Y lo más alucinante es que frotando el cuello de la camisa… y esto es sencillamente maravilloso… le desaparecían las manchas de toda la camisa!!!!
Vaya, como os lo cuento. Por eso digo que podéis llamarme maruja, frívola o lo que os pete, pero cómo iba yo a fijarme en el argumento de la película con un enigma así ante mis ojos? Me tenía el tío completamente flipada. Qué arte, qué poderío, qué capacidad de escamonde… Qué envidia!
Aparte de esta disquisición personal mía, la historia en sí me parecía tan obvia, y los diálogos entre los hermanos o con los vecinos del pueblo tan de manual del perfecto bronquista que no me resultó demasiado difícil desviar mi atención. Los habitantes del pueblo podrían describirse como los típicos malafollás de todos los pueblos de la España profunda, la América profunda o la Polonia profunda, esa clase de gente que mira con el ceño fruncido a los forasteros o a los vecinos que se salen un poco del parchís. Y casi siempre se ve venir que aquello va a terminar como el rosario de la Aurora, o por lo menos, en algún tipo de cochinada.
No dudo de que el señor Wladyslaw Pasikowski haya pretendido hacer una revisión histórica de un pasado patrio no muy ejemplar, y ese intento suyo me parece de lo más encomiable, pero en mi opinión le ha quedado una película insulsa, a ratos bastante tediosa y con unos personajes tan poco interesantes que no es difícil distraerse con asuntos secundarios como el que a mí me tenía tan intrigada de la camisa blanca del protagonista. Y todavía hoy sigo dándole vueltas.
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