martes, 7 de julio de 2015

Un buen año, by Ridley Scott

Vamos a jugar a una cosa: yo os presento a los personajes de esta película y vosotros intentáis adivinar cómo termina la historia:

Ejecutivo de la City londinense, frío y calculador, que recibe como herencia de un tío suyo una casa y un viñedo en un encantador pueblito de la campiña francesa y acude presto a tomar posesión del legado con el fin de venderlo rápido y hacerse con un pastizal interesante.

Guapísima y estilosísima propietaria de restaurante con encanto en el mismo encantador pueblecito de la campiña.

Hija ilegítima del difunto, con sorprendentes conocimientos de enología, que de repente se planta en la casita para saber cosas de su papá.

Calculo que hay una posibilidad entre un millón de que con esta presentación de personajes una persona de inteligencia media no sepa a ciencia cierta qué va a pasar y cómo va a terminar esta historia.

Cuesta imaginar cómo es posible que Ridley Scott se haya prestado a perpetrar algo así, y cuesta entender que además haya hecho caso omiso a los garrafales fallos de guión y de casting que dan un cantazo que pa qué. Como la película recurre constantemente al flashback, los principales fallos proceden de ahí. Por poner algunos ejemplos:

El tito difunto aparece en los recuerdos del muchacho como un anciano. Se supone que ha muerto unos 30 años después. A qué edad ha muerto esa criatura, a los 200 años?

En cambio el encargado de los viñedos, que en el presente parece tener más o menos la misma edad que el protagonista, en sus recuerdos aparece exactamente igual, como si el hombre hubiese nacido ya madurito.

El ejecutivo agresivo, Russell Crowe, y la restauradora estilosa, Marion Cotillard, resulta que se conocían de la infancia. Cómo se come esto, si Crowe tiene 51 años y Cotillard 39? Vamos, que como daba tanto cante me he molestado en buscarlo en la Wikipedia porque me parecía completamente increíble esa amistad infantil, y de hecho confirmé que lo era.

En fin, es como si hubieran hecho el casting a voleo y hubieran pensado: “Total, la gente que previsiblemente va a ver esta película es imbécil y no va a caer en estos pequeños detalles sin importancia”.

De verdad cuesta tanto adaptar el reparto de un filme a la historia que cuenta? Es tan complicado encontrar a dos actores de la misma edad si quieres que sus personajes sean amigos en la infancia? Tan difícil es tener un mínimo de respeto por el espectador que se va a gastar su dinero en ir al cine a ver tu película?

Es curioso que fuera el propio Crowe el que hace unos meses recomendaba (con bastante buen criterio) a sus compañeras de oficio cuarentonas que dejaran de hacer el ridículo intentando aparentar que eran virginales doncellas y que se dedicaran a hacer papeles de señoras de su edad. Ay, Crowe, consejos vendo que para mí no tengo.

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