Pero así ha sido. Al principio ni fu ni fa, pero poco a poco la belleza de las imágenes, la lentitud de los movimientos, casi hipnóticos, me fueron atrapando y enamorando. Ufff, una sensación de paz y de serenidad. Lo juro. Como si me hubiera fumado un gran porro. Increíble pero cierto. Y todo a base de sencillas escenas domésticas:
- Un hombre que toca la mandolina.
- Una mujer que lo escucha mientras sirve el te.
- Un grillo que canta (en mi casa o en la película?)
- Una criada que arranca una papaya verde de un árbol (sé que es una papaya por el título de la película, pero igual podía haber sido un pepino).
- Hormigas que arrastran pacientemente su alimento.
- La niña que observa los avances de las hormigas.
- El niño que las caza y las mata con cera de las velas.
- El otro niño que se va meando en los jarrones de porcelana.
- La abuela que reza en su altar y humilla a la nuera.
- El viejo que está enamorado de la abuela.
- La criada que sale y entra silenciosa de las habitaciones.
- El joven pianista que se va enamorando poco a poco de ella.
En realidad en la película no pasa nada pero pasa de todo.
Pues sí, me gusta este director vietnamita, Tran Anh Hung, me lo apunto.
Y Miu de niña, preciosa y comestible Lu Man San.
No, si… a que al final voy a ser una pedazo de moñas?
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