Me sentía identificada con ella porque...
- Yo también levito cuando me siento feliiiiz.
- Yo también estoy un poco loca y soy bastante friki.
- Yo también bailo por la casa y me monto extrañas coreografías.
- Yo también me evado del mundo leyendo y si cae una bomba ni me entero.
Hasta aquí todo perfecto. Odette me gustaba.
Lo malo empieza cuando empiezan las gilipolleces:
- Las peluqueras también leen. No hay que ser elitista con la literatura.
- Los peluqueros son irremediablemente gays y además superpromiscuos.
- Las mujeres maltratadas van siempre con el famosísimo labio partido delator.
- Los críticos literarios son unos cabrones que odian a los escritores que venden.
- Los buenos escritores son unos hijosdeputa que odian a los escritores que venden.
- Las mujeres buenas cocinan sesos y riñones para que los suyos estén fuertes y sanos.
Y Odette me empieza a parecer una insoportable petarda.
Tan buena. Tan sana. Tan sabia. Tan feliz.
Y me entran unas ganas locas de ser mala malota.
Y me entran unas ganas locas de ver el Sálvame Deluxe.
Y me entran unas ganas locas de zamparme una enorme hamburguesa.
Y me entran unas ganas locas de reivindicar la infelicidad como estilo de vida.
Tanta felicidad ni tanta polla.
Tanta levitación ni tanto buen rollito.
Y Schmitt al final es un plasta de mucho cuidao.
Y Catherine Frot, lo sé, aparecerá esta noche levitando en mis pesadillas.
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