viernes, 5 de febrero de 2016

Odette, una comedia sobre la felicidad, by Eric-Emmanuel Schmitt

Me gustaban de Odette cuatro cosas.

Me sentía identificada con ella porque...

- Yo también levito cuando me siento feliiiiz.

- Yo también estoy un poco loca y soy bastante friki.

- Yo también bailo por la casa y me monto extrañas coreografías.

- Yo también me evado del mundo leyendo y si cae una bomba ni me entero.

Hasta aquí todo perfecto. Odette me gustaba.

Lo malo empieza cuando empiezan las gilipolleces:

- Las peluqueras también leen. No hay que ser elitista con la literatura.

- Los peluqueros son irremediablemente gays y además superpromiscuos.

- Las mujeres maltratadas van siempre con el famosísimo labio partido delator.

- Los críticos literarios son unos cabrones que odian a los escritores que venden.

- Los buenos escritores son unos hijosdeputa que odian a los escritores que venden.

- Las mujeres buenas cocinan sesos y riñones para que los suyos estén fuertes y sanos.

Y Odette me empieza a parecer una insoportable petarda.

Tan buena. Tan sana. Tan sabia. Tan feliz.

Y me entran unas ganas locas de ser mala malota.

Y me entran unas ganas locas de ver el Sálvame Deluxe.

Y me entran unas ganas locas de zamparme una enorme hamburguesa.

Y me entran unas ganas locas de reivindicar la infelicidad como estilo de vida.

Tanta felicidad ni tanta polla.

Tanta levitación ni tanto buen rollito.

Y Schmitt al final es un plasta de mucho cuidao.

Y Catherine Frot, lo sé, aparecerá esta noche levitando en mis pesadillas.


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