viernes, 26 de febrero de 2016

En el punto de mira, by Pete Travis

Lo que en un principio parecía una buena idea, la reconstrucción de un ataque terrorista a través del diferente punto de vista de ocho personas, termina convirtiéndose en un cachondeo y en una serie de despropósitos a cuál más gordo.

Paso a hacer recuento de los principales:

1. Viene de visita el presidente de los Estados Unidos (a Salamanca, en fin) y el lugar elegido para que comparezca públicamente y suelte su discurso es una plaza abarrotada con un par de salidas estrechitas por las esquinas. Premio para los encargados de la seguridad del presidente. Fijo que no se les ocurrió un sitio más adecuado y más seguro.

2. Después de un atentado terrorista de proporciones gigantescas, la gente sigue caminando y conduciendo tan ricamente como si nada por todo el centro. Vale, se han cargado media ciudad pero oye, que se está de puta madre en esta terracita tomando una caña. Que se levante tu tía.

3. Forest Whitaker haciéndose la San Silvestre salmantina y corriendo con esas hechuras y llegando a base de running el primerito al lugar de los hechos, por delante de los terroristas, la policía, las ambulancias y el presidente, todos en coche y en bonitas fragonetas. Forest, me puedes pasar el teléfono de tu personal trainer?

4. Los agentes de seguridad van corriendo, y… oh, sorpresa, se encuentran un zoco en el centro de Salamanca. Ole ahí ese tío que va ahí. Esa Salamanca musulmana que hasta ahora todos desconocíamos, y estaba ahí al ladito, tú. Menos mal que Pete Travis nos la ha enseñado en su película, que si no fíjate, nos quedábamos en la ignorancia.

5. Eduardo Noriega el Resistente: una bomba que cae justo a su lado, un atropello brutal, varios disparos, unos cuantos triples saltos mortales… y el tío más fresco que una lechuga. Casi tan fresco como Whitaker después de hacerse en tiempo récord la maratón salmantina.

6. El presidente de los USA, más incombustible todavía que Noriega. Le disparan, le ponen una bomba a los pies, lo secuestran, lo meten dentro de una ambulancia suicida, y William Hurt prácticamente ni se despeina. Conclusión: matar a un presidente de los Estados Unidos, desde Kennedy, es prácticamente imposible. Si quieres asegurarte de llegar a viejo, métete a presidente de los USA. Inmortalidad garantizada.

Y así todo.

Pero bueno, unas risas se echan. Menos da una piedra.

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