lunes, 19 de mayo de 2014

La extraña que hay en ti, by Neil Jordan

Ésta es una peli que va sobre la venganza. A mucha gente le parece que su planteamiento es éticamente deplorable porque parece defender aquello de tomarse la justicia por la mano. Bueno, yo creo que esto es una auténtica gilipollez: la venganza es un buen tema, bastante apasionante y muy agradecido cinematográficamente. A mí me parece muy interesante reflexionar sobre la capacidad del ser humano de transformarse por completo cuando le tocan bastante las pelotas. Vamos, que por ahí nada que objetar

El problema de esta cinta para mí no está en el tema ni en si es éticamente más o menos deleznable, sino en el puto rollo que Neil Jordan se monta en torno al personaje interpretado por Foster. Una mujer que pasa de ser una inofensiva locutora de radio de voz aterciopelada a convertirse en una dura asesina múltiple con una puntería envidiable, que ya quisiera para sí cualquier miembro de los GEO. La tía empieza la película sin haber tocado un arma en su vida; cuando coge la pistola por primera vez parece que estuviera agarrando una rata muerta, pero vamos, al segundo disparo ya está hecha una tiradora de élite que no falla ni una.

Por no hablar de varias cosas infumables: los primeros diez minutos, cuando el novio aún vive, son verdaderamente vomitivos. Sabéis esas parejas que están todo el rato que si “cariño” que si “cielo” que si “te quiero”? Pues una de ésas, venga besitos y abracitos y achuchones. Señor, si hasta se encuentran con una amiga y ella misma les dice que dan asco con tanto besuqueo. Vamos, que cuando por fin al tío se lo cargan se siente hasta un cierto alivio por no tener ya que ver más babas gratuitas.

Pero no, no te libras tan fácil. Porque ahora viene la parte “recuerdos” y mira tú por dónde la tía no se acuerda del novio nunca en actitud pensativa o cocinando o viendo la tele o haciendo surf. No, que va, ahora te meten una sobredosis de recuerdos eróticos porque la colega sólo se acuerda del novio cuando se la estaba follando, vaya por Dios. Que si ella encima, que si debajo que si de lado que si a cuatro patas… Ufffff, y venga a recordar polvos!! Madre mía, qué hartura.

Y por si esto fuera poco en medio te intercalan los comentarios de la locutora en la radio, que si la ciudad, que si el miedo, que si el peligro, que si tal que si cual. Y así toda la película, entre recuerdos eróticos, disertaciones radiofónicas y subidas de huevos con disparo incluido. Ahora voy en el metro, un tipo intenta acojonarme, saco mi pistolita, le pego un tiro, me voy a la radio, suelto mi perorata, me acuerdo del último polvo de mi cumple, me voy otra vez de paseo, otro tipo intenta acojonarme… y vuelta a empezar. Lo prometo, todo el rato así.

Y luego otra cosa con la que flipas. Resulta que desde que sufren la agresión y el novio muere esta tía se encuentra día sí día también con gente superviolenta que la quiere agredir otra vez. Y te preguntas: cómo iba esta mujer antes por la vida, sin pistola ni nada, en una ciudad en la que cada vez que sales a la calle alguien intenta violarte o pegarte una paliza? Y cómo es que en una ciudad así se dedicaba a sacar de paseo al perro a la una de la mañana por un parque solitario con el novio? O es que la ciudad se volvió violenta solo después porque ella antes nunca había visto nada raro? Pues ya es mala suerte, tú, que te maten al novio y encima desde ese momento no falte día que no te intenten asesinar o por lo menos canear.

En fin, que una vez más Neil Jordan se luce con una historia que hace aguas por todas partes. Por no hablar de que sí, que Jodie Foster será muy buena actriz y todo lo que tú quieras, pero esa mujer no puede andar con las piernas juntas como solemos hacer las mujeres? De qué va interpretando a una dulce locutora de radio yendo por ahí con las piernas abiertas en plan fornido sheriff del Far West?

Creo recordar que hubo un tiempo en el que esta señora andaba normal. Oye, que si eres lesbiana me parece genial pero los modales y andares masculinos los puedes dejar para tu vida personal o para interpretar papeles de lesbiana o de curtida camionera, pero no para los demás. Vamos, digo yo. Por supuesto sin ningún tipo de acritud, salvo la propia y natural de haberme tirado dos horas tragándome un rollo morollo de impresionantes proporciones.

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