martes, 20 de mayo de 2014

Un invierno en la playa, by Josh Boone

“Inteligencia, tono y talento”, dice Carlos Boyero de esta película. Vale, pues tú sabrás dónde, porque yo no le veo ni la inteligencia ni el talento por ninguna parte. El tono sí, el tono es simplemente anodino.

Mi problema con esta opera prima de Josh Boone es que cuenta una historia sobre un montón de personajes con ninguno de los cuales soy capaz de empatizar lo más mínimo. Es más, me parecen todos una panda de gilipollas como la copa un pino. Os cuento:

- El padre, un tipo divorciado que sigue colgado de su ex tres años después y que está dispuesto a esperarla el tiempo que haga falta. Un imbécil de tomo y lomo, vaya. Aunque tenga la jeta de Greg Kinnear, el inolvidable vecino gay de "Mejor imposible".

- La madre, una tía que dejó al marido hace tres años y que se pasa el día lloriqueando porque la hija no le habla. Lo único bueno es que la interpreta Jennifer Connelly, que siempre es una presencia grata y amable.

- La niña, que va por ahí diciéndole a los tíos: “yo no quiero más que follar, no estoy interesada en charlar ni en ir al cine ni en nada, sólo follar”. Huyyys, qué cool, cómo mola, no?

- El niño, todo el día colgado a la pipa fumando yerba porque está el pobre bloqueado y no puede escribir. El síndrome de la hoja en blanco, vaya por Dios.

Lo peor es que Boone pretende hacernos simpáticos a sus personajes, presentárnoslos como superguays y superflissss. Qué bien, una mamá que deja fumar marihuana a su hijo, y un papá que lo deja follar en casa con la novia, y una chica que quiere sexo a destajo sin compromiso. Wawwww, qué peña más molona. Y además hablan todo el rato de literatura y del arte de escribir, incluso el Día de Acción de Gracias, qué conversaciones familiares más inteligentes y más talentosas. En fin, cuanto más nos los quiere meter con calzador, peor caen y menos cuelan (salvo a Boyero), y más parecen una panda de pijos con ínfulas que dan un repelús que te cagas.  

Lo único que se salva es el sentido homenaje a Stephen King, que incluso aparece en un pequeño cameo telefónico. Para mí uno de los mejores escritores del mundo, probablemente uno de los menos pretenciosos y sin duda ninguna uno de los más minusvalorados. Sólo por eso le concedo un cierto valor sentimental, pero vamos, que no se libra de la quema.

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