Loach quiere mostrarnos de qué manera, en la búsqueda de la supervivencia, todos en un momento dado somos capaces de cualquier cosa. Pero no me convence en absoluto el personaje esquizoide de esa tía que lo mismo salva a una familia iraní de morir de hambre y congelación que explota a trabajadores inmigrantes o que se folla a los más buenorros o que en un arrebato denuncia a la poli un campamento de ilegales.
No, Ken, las cosas son mucho más sencillas, te lo prometo; es verdad que el bien y el mal a veces se entremezclan, se difuminan y no quedan claros los límites entre uno y otro, pero... no se puede ser amigo y amante de inmigrantes y a la vez su explotador. No funciona, en la realidad la gente no es así. No sin volverse loca.
Hay una barrera muy clara: el que quiere sacar provecho de los que están peor y el que quiere ayudarlos. Sacar provecho ayudándolos? Sí, claro, pero nunca puteándolos y abusando de ellos, como hace tu protagonista, chaval. Y mucho menos denunciándolos por la cara. En este sentido es mucho más creíble el personaje de la socia, una tía normal, que vale, quiere vivir de los inmigrantes pero nunca jodiéndolos.
Creo que esta vez a Laverty se le ha ido la mano con el guión y nos pinta a un personaje que simplemente no encaja por ninguna parte; ni en su faceta de madre coraje, ni en la de amiga, ni en la de amante, ni en la de trabajadora, ni en la de empresaria, ni en la de aprendiz de mafiosilla. Ya, ya sé que las mujeres somos la hostia y que podemos hacer mil cosas a la vez... Pero a esos desfases no llegamos.
De todas formas hay que reconocer que hay momentos muy buenos y algunos diálogos dignos de figurar en una antología de despropósitos del capitalismo salvaje. Lástima que se les haya escapado la historia por la indefinición psicopática del personaje principal. Por cierto, qué greñas más infames, por Diossss. Esa muchacha no se merecía eso. Tan mona y con esos pelos!
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