martes, 3 de noviembre de 2015

El hombre del tiempo, by Gore Verbinski

Vaya, los hombres del tiempo tienen vida. Yo siempre pensé que dedicaban todo su idem a mirar al cielo concienzudamente y predecir si iba a llover o a brillar un sol reluciente. Pero no, resulta que tienen padres, hijos, esposas, exesposas, e incluso en el caso de nuestro héroe (o más bien antihéroe) tiene una legión de “fans” que cuando no les gustan sus predicciones le arrojan a la cara todo tipo de porquerías, desde perritos calientes a burritos, batidos de chocolate o goffres.

Nuestro hombre del tiempo ha entrado en crisis. Mientras le ofrecen una suculenta oferta de trabajo que implica su traslado a Nueva York, su vida personal se desmorona: su exesposa no quiere volver con él y le confiesa abiertamente que le odia y que le resultaba insoportable practicarle felaciones; su padre es invadido por un linfoma con su correspondiente metástasis; su hijo adolescente es acosado por un pederasta y su obesa hija es conocida en su colegio como “pezuña de camello”.

Muy bueno el trabajo de Nicholas Cage, cargado de patetismo y de un sordo sufrimiento contenido, verdaderamente consigue dar muchísima pena. Y qué decir del fantástico Michael Caine, que protagoniza algunas de las escenas más emotivas de la película. Los diálogos entre padre e hijo son el paradigma vivo de la incomunicación. Se nota que los dos se quieren muchísimo pero son incapaces de entenderse, por lo menos verbalmente.

En definitiva, un buen trabajo de Gore Verbisnki, de Nicholas Cage, de Caine y del resto del resparto, niños incluídos para variar. Es de esas historias que se reconocen como auténticas, en las que los diálogos suenan a verdad y los personajes parecen de carne y hueso y no de cartón piedra.

Una de las escenas más divertida de la película (aparte de los sucesivos lanzamientos de comida-basura a la cabeza de nuestro hombre) es el diálogo de padre e hija sobre el espinoso asunto de la “pezuña de camello”:

“ En el colegio te llaman por algún mote?”

“Sí, pezuña de camello”.

“Y sabes por qué?”

“Sí, porque la pezuña de un camello es dura y resistente y soporta largas travesías por el desierto, y yo soy una chica dura y resistente. Por eso me llaman así.”

“Ah, vale”.

Bueno, supongo que este diálogo carecerá por completo de gracia para quien no sepa lo que es una “pezuña de camello”, pero es genial. Los que lo ignoren que se metan en Google y lo averigüen. No les voy a hacer yo todo el trabajo, qué coño.

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