Imagina que te gusta mucho un tío.
Imagina que al tío le gustas mucho tú.
Imagina que ninguno de los dos se lo dice al otro.
Imagina que le presentas una amiga a ese muchacho.
Imagina que el muchacho se enrolla con tu amiga y se hacen novios.
Imagina que al cabo de seis años deciden casarse y que tú seas dama de amor.
Imagina que días antes de la boda estalla la pasión y te acuestas con el novio de tu amiga.
Ya, te cuesta imaginar tal cantidad de despropósitos, verdad? Y no entiendes por qué coño si te gusta un tío y al tío le gustas tú ninguno de los dos dice nada y esperáis a que el tío se vaya a casar con tu mejor amiga para echar un polvo y deciros lo mucho que os gustáis.
Pues bien, yo tampoco he entendido nada y encima me he aburrido como una ostra. Aunque una no espera de una comedia romántica yanqui ni coherencia ni un mínimo de verosimilitud ni tan siquiera un poco de calidad en el guión lo que sí se puede pedir al menos es que entretenga.
Pero si encima te descuajaringas la mandíbula a bostezos y lo único que te entretiene es imaginar a Luke Greenfield, el director de la chorrada esta, a cuatro patas con el culo en pompa mientras tú flagelas enérgicamente sus blancuzcas nalgas, ahí ya se puede decir que en cuestión de cine... has tocado fondo.
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