martes, 12 de julio de 2011

El ilusionista, by Neil Burger

Decía Carlos Boyero en su crítica de El Mundo que reconoce que la película tiene baches. Hombre, Boyero, baches no, lo que tiene son enormes socavones de por lo menos 1000 metros. Lo que tú llamas baches son inmensas lagunas que supuestamente tendrían que habernos llevado al "inesperado" final, pero que como no aparecen por ninguna parte pues es imposible que las veamos.

La peli es una trampa permanente; ojo, no confundir trampa con truco. El truco tiene un sentido y una explicación; la trampa es fullería, no vale, te la cuelan doblá pero la explicación no existe. Para empezar los supuestos trucos de magia que hace el ilusionista en la película no son tales, sino puros efectos especiales cinematográficos que, por supuesto, en la realidad no tendrían explicación y serían completamente imposibles. Eso, en una historia que va de magos, se llama fraude.

Y a partir de ahí ese final que a tanta gente le ha parecido maravilloso y espectacular no resulta más que otra trampa. A ver cómo lo explico sin destriparlo: no puedes venirme con un final que desmienten mogollón de escenas a lo largo de la peli. Eso también es trampa. Y fraude. Y por supuesto chasco. En mi pueblo también se le llama "salir por peteneras", que viene a significar colarte algo que no viene a cuento.

A mí lo que me habría hecho ilusión de verdad es que los trucos fueran trucos y la magia fuera magia. Y que Eddy Norton, que es un tipo que me encanta, me hubiera convencido con su magia potagia. Pero no, otro chasco en mi curriculum. Y van... alguien lleva la cuenta?

Pero claro, qué se puede esperar de un director con nombre de hamburguesa?

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