martes, 27 de agosto de 2013

Behind the Candelabra, by Steven Soderbergh


Soderbergh se despide (dice él) del cine con este sentido homenaje a lo hortera, a lo desmesurado y a lo decadente a través de la figura igualmente hortera, desmesurada y decadente del pianista Walter Liberace.

Horripilantes abrigos de pieles, toneladas de oro en forma de maxianillos, cadenones, brazaletes y todo tipo de joyerío de gusto distraído, la ostentación como estilo de vida, el histrionismo como forma de comunicación...

Liberace, para que nos entendamos, sería una especie de mezcla setentera de nuestro Raphael, de Mario Vaquerizo y de Sara Montiel. Un auténtico cocktail molotov que te puedes imaginar encarnado en cualquiera menos en el hombre-testosterona por excelencia, Michael Douglas.

Y sin embargo ocurre; ver a Douglas es ver a Liberace y ver a Liberace es ver a Douglas. Si no, buscad imágenes y vídeos del auténtico Liberace y lo podréis comprobar. Igualicos igualicos igualicos.

Sólo por ver la transformación de Douglas en esta locaza amante de los excesos y del esperpento merece la pena la película. Pero si Douglas está irreconocible no se queda tampoco corto Matt Damon interpretando al joven amante del pianista.

Damon, de hecho, tiene un papel bastante más complejo porque en dos horas pasa de joven efebo rubio a maricona loca y de ahí a yonki desquiciado para terminar con una imagen de respetable y cuerdo ciudadano americano que rompe todos los esquemas.

La película, de hecho, se basa en un libro del amante de Liberace. Supongo que el muchacho, tras una experiencia vital tan completita, no pudo resistir la tentación de comunicarla al resto de la humanidad, presentándonos de paso una imagen de sí mismo enternecedora.

Por mí, desde luego, se lo podría haber ahorrado. Primero, el personaje de Liberace no me parece en absoluto interesante. Puede que a Alaska o a Lady Gaga les pueda fascinar, seguro; a mí me parece otro mamarracho más de los muchos que tenemos que soportar a diario en los medios. Y la historia del novio me interesa todavía menos. Ya ves, el chulazo de un famoso contando al mundo su tormentosa relación, qué interesante y qué original. Sálvame Deluxe.

Y sin embargo éste es el extraño caso de una película cuya historia me importa un pimiento pero que me ha resultado divertida, sobre todo por ver a algunos de mis actores favoritos en registros desconocidos y nunca imaginados. Aunque sólo sea por eso, si tenéis ocasión, vedla. Lo vais a flipar

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