viernes, 16 de agosto de 2013

La fiesta del Chivo, by Luis Llosa

Confieso que no he leído la novela de Vargas Llosa; lo he intentado varias veces pero nunca he pasado de la página 15. Vargas Llosa no es santo de mi devoción literaria y lo reconozco sin pudor. Sin embargo, reconozco igualmente que me interesaba conocer esta historia.

La película de Luis Llosa (supongo por el apellido que pariente del escritor) me ha servido para enterarme de una historia que literariamente no conseguía atraparme. Y no está mal, me parece entretenida y muy bien hecha, si bien es cierto que francamente maniquea.

Y no sé si es debido a la fidelidad a la novela o a las veleidades de la adaptación al cine, pero el caso es que no me creo a ese dictador que me pinta Llosa director. Todas las personas del mundo tienen sentimientos, incluso los dictadores, incluso Hitler, incluso Stalin... incluso Trujillo.

Me molestan estas historias en las que el que las cuenta es incapaz de profundizar mínimamente en el alma del malo. Me molesta porque estoy segura de que Franco tenía su lado humano, y Hitler también. Puede que fueran implacables con sus enemigos y sus obsesiones, pero seguro seguro que tenían un alma.

No me creo a este Trujillo como no me creo al Franco que me pintan en las películas sobre la guerra o la posguerra. Lo siento, no creo en la maldad ni en la bondad absoluta. Creo que estos tipos fueron malignos para la humanidad pero sé sin lugar a dudas que sentían como personas.

Ni siquiera me creo a Isabella Rosellini en el papel de la Urania adulta; tampoco a la niña Urania. La niña Urania a veces parece la niña más tonta de la Tierra y otras parece hasta que piensa y se da cuenta de la gravedad de la situación en la que vive.

Por tanto, ni me creo al dictador, ni me creo a Urania adulta ni me creo a la niña, ni me creo esta historia. No sé si falló Llosa pariente o Llosa escritor ni tampoco me interesa. Lo que sé es que, una vez más, me la intentan colar de muy buenos y muy malos. Y que, una vez más, no ha vuelto a colar.

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