martes, 20 de agosto de 2013

El tercer hombre, by Carol Reed

EL PRIMER HOMBRE es Joseph Cotten. Llega a Viena invitado por un amigo y se encuentra con que éste acaba de morir. Vaya por Dios, qué contrariedad. EL PRIMER HOMBRE en seguida empieza a sospechar que en la muerte de su amigo hay gato encerrado, y se pone a investigar, porque a todo esto es escritor de novelas de intriga, y descubre, cómo no, la existencia de EL TERCER HOMBRE. De paso va y se cuelga como un vil mamarracho de la desconsolada novia de... oh, sí, EL TERCER HOMBRE.

EL SEGUNDO HOMBRE es poli. Desde el primer momento le coge afición a EL PRIMER HOMBRE e intenta convencerlo de la clase de cabroncete que era EL TERCER HOMBRE. Pero EL PRIMER HOMBRE duda de sus palabras, entre otras cosas porque es un pringaíllo de cuidado. Y eso que EL SEGUNDO HOMBRE se lo curra y le presenta pruebas como puños. Pero nada, no hay peor ciego que el que no quiere ver.

Entre tanto nos encontramos a un montón de hombres y mujeres sin numerar que tienen todos algo en común: una tremenda cara de sospechosos. Todos salen de entre las sombras y miran superraro a EL PRIMER HOMBRE. La pregunta constante es: será éste EL TERCER HOMBRE, será este EL TERCER HOMBRE, será éste EL TERCER HOMBRE? Pues no, no te comas la cabeza. No es ninguno. Cuando aparece EL TERCER HOMBRE te das cuenta en seguida.

En esta peli hay muchas sombras, claroscuros a punta pala, y picados y contrapicados para parar siete trenes. Muchos de ellos os sonarán porque han pasado a la historia del cine como paradigma de fotografía molona en blanco y negro. EL TERCER HOMBRE durante un buen rato es una sombra pelín anchota con sombrero, hasta que por fin sale a la luz y vemos que no es más que un gordito simpático con la cara de Orson Welles, que a pesar de su evidente sobrepeso corre como Usain Bolt y escala por los tejados como un avezado ochomilista. Además liga un montón y vuelve locas a las chicas, un exitazo que antes de EL TERCER HOMBRE nunca tuvo un gordito simpático.

EL PRIMER HOMBRE, EL SEGUNDO HOMBRE y EL TERCER HOMBRE se encuentran por fin en una escena apasionante en las cloacas de Viena, que son algo así como las cataratas del Niágara pero en subterráneo. Chulas que te cagas, nunca mejor dicho. Muchísima agua, cascadas preciosísimas y todo requetelimpio, al menos en apariencia. Ni una rata, lo prometo. Como además en el cine no se huele... Y adelanto desde ya que uno de los tres hombres muere. Por supuesto no revelaré cuál, entre otras cosas porque a esas alturas de la persecución cloaquera a mí misma ya me daba exactamente igual y lo único que esperaba es que de una puta vez mataran al que fuera. Es más, si por mí fuera, se hubieran matado todos entre ellos. Lástima que Carol Reed sea un meapilas y cayera sólo uno. Esto se merecía un final totalmente tarantiniano, todo sangre y ni uno vivo. Los tres fiambres. Anda y que os den por culo, clásicos de mierda.

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