domingo, 25 de agosto de 2013

La noche de los girasoles, by Jorge Sánchez-Cabezudo

Muchos comparan esta película con "Fargo", como una especie de versión menor a la española. 

Con permiso de todos los fargófilos, para mí "La noche de los girasoles", no siendo una película redonda, que no lo es, sí es mucho mejor que Fargo. 

Mucho más corrosiva, mucho más fuerrrte, además mucho más nuestra. Y vuelvo a pedir permiso y hasta perdón, porque sé que voy a hacer pupa: con actores mucho mejores. Por ejemplo:

Walter Vidarte, el loco Amós. Una interpretación impecable, y un personaje muyyyyy agradecido. El loco Amós es un secundario en esta historia, pero es el secundario que lo cambia todo. Vidarte hace un trabajo memorable, y si no le dieron´ningún premio deberían habérselos dado todos.

Celso Bugallo, "El Caimán". Qué pedazo de actor. Qué poco dice pero qué bien lo dice. Su ternura con la hija, las miradas de sospecha al yerno, y sobre todo, la escena final ante el fuego, cómo llena esa pantalla y se merienda a todos los demás... Simplemente impresionante.

Cesáreo Estébanez, el desaparecido. Otro que tal baila, este tío es muy grande. Su papel es corto; representa a la España más profunda, ésa que si desapareciera pocos sentirían. Cerril, hosco y rencoroso, en el fondo él es el personaje principal porque plantea la gran duda de la película: alguien echaría de menos a este tipo? 

Los actores más jóvenes, lo siento, no están a la altura, ni siquiera mi adorado Carmelo Gómez. En este caso, los viejos secundarios se alían para eclipsar a las nuevas generaciones. Bien es verdad que ninguno de los personajes jóvenes tiene el potencial de los de los veteranos.

Sin embargo, en el puzzle de 6 historias cruzadas que monta Jorge Sánchez-Cabezudo falla algo. Tal vez cierto buenismo, una dosis de ingenuidad que se huele detrás de la impecable narración de los hechos. Algo que no se entiende porque no termina de cuadrar:

Vamos a ver, en esta historia hay un claro caso de chantaje. El problema es que el chantajista, si se descubre el pastel, tiene mucho más que perder que los propios chantajeados. La pregunta es: exactamente qué les induce a aceptar el chantaje. Y hasta aquí puedo contar.

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