Érase una vez un chico malo, racista y cabronazo que se convirtió en un chico bueno, ejemplar y encantador gracias al deporte redentor por excelencia: el boxeo.
Érase una vez un nazi hijodeputa aficionado a apalizar inmigrantes que se enamoró de una chica negra bastante buenorra gracias al deporte redentor por excelencia: el boxeo.
Érase una vez un pedazo de negra que se enamoró locamente de un nazi hijodeputa aficionado a apalizar inmigrantes, gracias al deporte redentor por excelencia: el boxeo.
Érase una vez un señor de muy rancio abolengo artístico llamado Carlos Bardem que se convirtió en un escritor de éxito gracias al deporte redentor por excelencia: el boxeo.
Érase una vez un actor mediocre llamado Álex González que llegó a convertirse en gran promesa del cine gracias al deporte redentor por excelencia: el boxeo.
Érase una vez un chico llamado Santiago A. Zannou que se convirtió en director gracias a un manco y en director consagrado gracias al deporte redentor por excelencia: el boxeo.
Érase una vez un montón de testosterona concentrada que consiguió convertirse en bondad, generosidad y amor, por supuesto... gracias al deporte redentor por excelencia: el boxeo.
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