El nuevo trabajo de François Ozon viene siendo tan insoportablemente pretencioso como casi todo lo suyo. Y hay que decir que la idea no es mala; lo que pasa es que Ozon consigue convertirla en una auténtica majadería de principio a fin.
La cosa va de un profesor de Literatura que se queda enganchado a la redacción de un alumno y le pide que siga con la historia, historia que en las siguientes entregas se va haciendo más y más rocambolesca hasta el punto de que incluso llega a afectar seriamente a las vidas de los implicados.
La realidad y la ficción se mezclan constantemente y así, la figura del profesor empieza a aparecer en el relato de su alumno y las vidas de los protagonistas del relato empiezan a confundirse tanto para el profesor como para el espectador entre lo que es, lo que pudo haber sido y lo que no es ni puede ser. Vamos, que en ningún momento se sabe a ciencia cierta si lo que cuenta el muchacho, por cierto un chaval un tanto inquietante, ha ocurrido en la realidad o es fruto de su calenturienta imaginación.
Y digo que esta idea, que en un principio podría parecer buena, se convierte en pura majadería, debido a la idiosincrasia de los personajes. Es muy difícil concebir a un profesor tan manifiestamente torpe y tan imbécil como el que interpreta el inefable Fabrice Luchini; al igual que es difícil concebir a un alumno que consiga tomar el pelo de tal manera a un profesor, con ese descaro y esa desfachatez. Como es difícil concebir al personaje de la mujer del profesor, por mucho que la interprete con su buen hacer habitual, la fantástica Kristin Scott Thomas.
Y no, no es una apreciación personal poco fundamentada. Podría serlo si ésta fuera sólo mi opinión, pero se da la circunstancia de que en mi casa estábamos tres espectadores. Paso a exponer los comentarios de cada uno:
ESPECTADOR 1º: Pero de dónde ha salido ese profe. Cómo puede ser tan tonto. Mira que en mi instituto hay mamarrachos pero tan colgao y tan primo como ése no he visto ninguno, imposible. Menudo pringao.
ESPECTADOR 2º: Pero bueno, cómo es posible que el amigo del niño, el tal Rafa, no se mosquee cuando le pone ejercicios y, en lugar de quedarse con él para ayudarlo y resolverle las dudas, lo deja solo haciéndolos y se va durante horas a dar vueltas por la casa, a colarse en todas las habitaciones y a espiar a los padres. Pero qué invento es éste.
ESPECTADOR 3º: Grrrrrrrrrrrrrrrr Fiuuuuuuuuuuuuuuuuuuuu! (Onomatopeya de un ronquido)
Como podéis comprobar, tres críticas bastante unánimes, fundamentadas y contundentes.
La cosa va de un profesor de Literatura que se queda enganchado a la redacción de un alumno y le pide que siga con la historia, historia que en las siguientes entregas se va haciendo más y más rocambolesca hasta el punto de que incluso llega a afectar seriamente a las vidas de los implicados.
La realidad y la ficción se mezclan constantemente y así, la figura del profesor empieza a aparecer en el relato de su alumno y las vidas de los protagonistas del relato empiezan a confundirse tanto para el profesor como para el espectador entre lo que es, lo que pudo haber sido y lo que no es ni puede ser. Vamos, que en ningún momento se sabe a ciencia cierta si lo que cuenta el muchacho, por cierto un chaval un tanto inquietante, ha ocurrido en la realidad o es fruto de su calenturienta imaginación.
Y digo que esta idea, que en un principio podría parecer buena, se convierte en pura majadería, debido a la idiosincrasia de los personajes. Es muy difícil concebir a un profesor tan manifiestamente torpe y tan imbécil como el que interpreta el inefable Fabrice Luchini; al igual que es difícil concebir a un alumno que consiga tomar el pelo de tal manera a un profesor, con ese descaro y esa desfachatez. Como es difícil concebir al personaje de la mujer del profesor, por mucho que la interprete con su buen hacer habitual, la fantástica Kristin Scott Thomas.
Y no, no es una apreciación personal poco fundamentada. Podría serlo si ésta fuera sólo mi opinión, pero se da la circunstancia de que en mi casa estábamos tres espectadores. Paso a exponer los comentarios de cada uno:
ESPECTADOR 1º: Pero de dónde ha salido ese profe. Cómo puede ser tan tonto. Mira que en mi instituto hay mamarrachos pero tan colgao y tan primo como ése no he visto ninguno, imposible. Menudo pringao.
ESPECTADOR 2º: Pero bueno, cómo es posible que el amigo del niño, el tal Rafa, no se mosquee cuando le pone ejercicios y, en lugar de quedarse con él para ayudarlo y resolverle las dudas, lo deja solo haciéndolos y se va durante horas a dar vueltas por la casa, a colarse en todas las habitaciones y a espiar a los padres. Pero qué invento es éste.
ESPECTADOR 3º: Grrrrrrrrrrrrrrrr Fiuuuuuuuuuuuuuuuuuuuu! (Onomatopeya de un ronquido)
Como podéis comprobar, tres críticas bastante unánimes, fundamentadas y contundentes.
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