lunes, 11 de junio de 2012

El último escalón, by David Koepp

Leo por ahí que ésta es una historia para pasar el rato y no aburrirte; también leo que te pegas algunos buenos sustillos. En fin, menos da una piedra, y reconozco que hace mucho tiempo que no me pego sustos en el cine, y agradecería algún sobresaltillo.

Bueno, pues era justamente lo que prometía. Nada del otro mundo, nada que no hayamos visto antes unas diez mil veces, pero efectivamente algún que otro sustillo te pegas. No para el infarto, pero bueno, cumple con su función de aceleración cardíaca.

Yo además disfruté especialmente porque me encanta Kevin Bacon y siempre es un placer verlo trabajar. En esta peli doblemente porque aparte de actuar, se pega unos tutes de cavar que da gusto; y luce una musculatura y una tableta pectoral la mar de interesantes. De babeo sin paliativos, vamos.

Por supuesto no podía faltar el niño repelente, la esposa plasta y el espectro que se aparece por todos los espejos. Qué manía de los fantasmas de dejarse ver en los espejos, qué ganas de mirarse, con las caras tan poco saludables que lucen.

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