No podría decir cuánta gente me ha recomendado a lo largo de mi vida esta película. Decenas, probablemente cientos, me atrevería a decir que miles. Los 400 golpes es lo más en cine escolar, el summum de la educación a nivel fílmico. Eso es, al menos, lo que me habían contado.
Hicieron bien en recomendármela, desde luego. Me ha servido para reafirmarme en mi teoría de que la adolescencia es una verdadera pesadilla tanto para el que la sufre en sus carnes como para el que la padece por cercanía. Debería estar prohibida por decreto, pero como no lo está, debería legalizarse el asesinato de adolescentes como medida preventiva que asegurase la paz social.
Como madre de dos adolescentes y de otra ex-adolescente he meditado muchísimo sobre el asesinato de púberes: métodos, formas de burlar a la justicia, alternativas varias como la tortura, el electroshock... Esta película ha venido a convencerme de que todo lo que he pensado es poco para llegar a ese mundo feliz que imagino sin trastornos hormonales, berrinches súbitos y granos faciales.
El niño de la película es un imbécil de tomo y lomo, peor aún que mis propios hijos, que ya es decir. Truffaut intenta demonizar a los padres para salvar de la quema al nene, pero a mí los progenitores lo que me dan es una pena que te cagas. Pobre mujer, pobre hombre, qué vida más perra con ese regalito de hijo!
Por no hablar del profesorado. Siempre intuí que la de docente era una profesión para héroes del ruído, para gente con vocación de mártir. Después de ver esta película rectifico: es un trabajo para criminales, para sicarios, para gente sin escrúpulos, para verdaderos psicópatas.
No me extraña que las personas normales que se dedican a esa horrible labor tengan contínuas depresiones. Yo misma sólo de pensar en juntarme en un aula con 20 niños como el personaje de Jean-Pierre Léaud (a decir de toda la crítica, el alter ego del propio Truffaut) siento escalofríos y convulsiones, y hasta me sube la fiebre y el vello se me eriza. Me parece horrorosa una vida rodeada de esos engendros sucios, alérgicos al agua y desalmados.
De uno en uno se pueden soportar a ratos; de dos en dos invitan al suicidio, pero de 20 en 20... eso es inhumano, es pura crueldad, es el infierno. Ni pensar quiero en los recortes en educación que llenarán las aulas de 30 y hasta 40 seres de éstos en pleno trastorno evolutivo-hormonal para convertirse en el terror de sus educadores.
Y que aún haya intrépidos guerreros que se atrevan a enfrentarse a este reto infernal! 400 golpes????? 400 pares de cojones es lo que hay que tener para ser maestro!!!!!! Y encima se dan de hostias por una plaza los muy desgraciados!
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