viernes, 17 de febrero de 2012

La jauría humana, by Arthur Penn

A menudo me pregunto qué clase de personas son las que acuden a las puertas de los juzgados para abuchear a los acusados que acuden a declarar. Esa gente que grita, increpa, arroja objetos y escupe; esa masa que, arropada en el anonimato, se convierte en una verdadera jauría. Exactamente la jauría humana que tan exactamente describe Arthur Penn en su película.

Me cuesta entender las motivaciones de esta gente. Qué clase de alivio les puede producir ese comportamiento. A veces yo siento la misma repugnancia que ellos hacia el sospechoso e incluso la misma seguridad de que es un criminal, pero no se me pasa por la cabeza hacer algo así para descargar mi rabia. Es algo que siempre me ha fascinado y atemorizado al mismo tiempo.

En definitiva, esa misma perplejidad es la que despierta la incomprensible actitud de los personajes de  "La jauría humana". Lo que ocurre es que la historia es tan exagerada que es inevitable sentir cierta incredulidad. Que de todo un pueblo prácticamente sólo se libren de esa locura y esa irracionalidad un par de personas, mientras las demás son poseídas de esa manera... no sé, en esta historia falla algo. La sutileza no es desde luego la mayor virtud de Arthur Penn.

Por supuesto Marlon Brando está inmenso, como siempre. Más inmenso todavía en tanto que interpreta el único papel, junto con Angie Dickinson, que representa la cordura y la templanza entre tanta bestialidad desatada.

Discrepo de los que creen que esto es una crítica a la sociedad norteamericana. La masa es la masa en todas las sociedades y en todos los tiempos: cuando la gente se juntaba para lapidar a un ladrón, o para ver una crucifixión, o a un hereje arder en la pira, o a un noble decapitado. Como ahora se juntan a las puertas de los juzgados, o en los campos de fútbol, o en un plató de televisión.

La jauría humana no es otra cosa que la masa, esa nebulosa tras la que se oculta el individuo con sus frustraciones personales y sociales, en la que puede esconderse y
arroparse y que sirve de coartada para todo. Líbranos, señor, de hacernos masa.

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