viernes, 13 de julio de 2012

Elígeme, by Alan Rudolph

Carnaval de personajes chorras y de frikismo ochentero sin parangón.

Tenemos a la doctora Amor, una insufrible petarda que “trabaja” en la radio dando consejos supuestamente profesionales sobre los conflictos sentimentales de los oyentes. Ya sólo con leer el nombre de la eminencia os podéis hacer una idea del personaje. Si además le ponéis la cara de carnera degollada a punto de echarse a llorar de Geneviève Bujold completáis el retrato.

La doctora Amor se busca de compi de piso a una tabernera que, mire usted por dónde, resulta ser una de sus más rendidas admiradoras y clientas radiofónicas. Vamos, la fiel oyente que llama todos los días al programa para soltar el rollazo padre: me he acostado con un compañero de trabajo, estoy liada con un señor casado, blablabla.

Os podéis imaginar el tostón. Ya de por sí a mí de toda la vida me ha aburrido un montón escuchar las diatribas amorosas de la gente, que normalmente suelen ser bastante similares todas: mi mujer no quiere follar, mi marido sólo quiere follar, me gusta un compañero de trabajo, sospecho que me están poniendo los cuernos.... Y lo peor es que todo el mundo piensa que le está pasando lo más interesante del mundo, cuando no hay problema sentimental que no sea Trending Topic en el ranking de problemas sentimentales de la historia.

Pero encima si los tales problemas se los cuentan por la radio a una tía que se hace llamar doctora Amor, de verdad, es que esa gente se merece todo lo que le pase y mucho más. Se merece arrastrarse por el suelo como reptiles; llorar, penar, sufrir y padecer toda clase de plagas y desastres naturales; morir lentamente entre terribles torturas y sufrimientos… No puede haber perdón ni piedad para gente así. Ni para los desgraciados que los escuchan.

Ni que decir tiene que yo no pude soportarlo ni una hora.  Cuando empecé a padecer las primeras convulsiones cambié de canal y me puse a ver “Casablanca”.

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