martes, 31 de julio de 2012

La tentación vive arriba, by Billy Wilder

La verdad es que resulta difícil escoger, entre todas las películas de Marilyn Monroe aquélla en la que su personaje parezca más borderline, pero si yo tuviera que escoger una en concreto creo que sería "La tentación vive arriba".

El nivel de estulticia que esa cabecita tan encantadora como hueca refleja en esta cinta va mucho más allá del que mostró en el resto de su filmografía, con ser éste de un grado bastante considerable.

Luego por lo visto llevaba fatal que el mundo entero pensara que era completamente imbécil y el hecho de haberse convertido en una imagen de póster sólo apta para estimular las fantasías más calenturientas de millones de pajilleros granulentos en el mundo. Pobre Marilyn, qué habría hecho ella para merecer eso?

Para colmo el mito de la rubia subnormal con menos cerebro que una ameba, que con tanto esmero se labró la diva, caerá ya para siempre como una losa sobre toda mujer que ose acudir a una peluquería a tintarse el pelo un par de tonos más claros que el suyo natural. Ya es prácticamente imposible en el imaginario colectivo concebir a una rubia con cerebro, tanto empeño puso la bella Monroe en eternizar su mito de imbecilidad perpetua.

Sé que esto puede hacer sangre en los incontables fans de la estrella, pero creo sinceramente que su suicidio fue su gran obra maestra, y lo que la ha salvado para la posteridad. Tanto es así que incluso ha triunfado la leyenda urbana de que en realidad fue una mujer mogollón de inteligente, gran lectora de sesudos manuales de filosofía y de un gusto exquisito para las artes. Y hasta hay gente que lo cree a pies juntillas y que mataría por defender esta absurda teoría.

Y digo que fue un gran triunfo morir tan joven porque su precoz defunción no le permitió cargarse esta hermosa leyenda urbana sobre su secreta inteligencia y le evitó aparecer ante el mundo con la misma imagen de tontalaba que cultivó durante su juventud pero con 70 años y 40 kilos más. La muerte, que con ella fue generosa y pía, la libró de tan terrible como seguro porvenir.

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