Hace mucho que no me tomaban así el pelo. Ésta es una de esas pocas películas que gustan, se disfrutan y conmueven durante todo el metraje, hasta que llega el final y… catapún chimpún, todo se va al carajo. Vamos, que pasan del Sobresaliente al Muy Deficiente en cuestión de segundos.
Indiscutible la magistral interpretación de Kristin Scott Thomas, aquella belleza rubia que muchos recordaréis de “El paciente inglés”, que aquí aparece con un look mucho más de andar por casa y con cierto toque afrancesado, haciendo de expresidiaria de pocas palabras en busca de redención.
A pesar de que a lo largo de la cinta hay unas cuantas escenas que cantan un pelín por su inverosimilitud (por ejemplo, la clase sobre Dostoyevski en la que la hermana pierde los papeles patéticamente con sus alumnos), el argumento va enganchando poco a poco y consigue atraparnos en esa historia intimista y sencilla que va del reencuentro de dos hermanas y de la superación de un pasado que en todo momento aparece como el gran misterio de la película.
Eso sí, cuando ya por fin se desvela el enigma y te enteras de en qué consiste ese pasado (tranquis, no voy a revelar el secreto) te pegas un planchazo de la hostia y comprendes que nada de lo que has visto hasta entonces tiene ya ningún sentido. Todo ha sido una pura trampa y, claro, entra ese cabreo lógico de cuando te das cuenta de que te han estado tomando el pelo como a un chino. Si queréis saber por qué me temo que tendréis que ver la película.
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