sábado, 8 de diciembre de 2012

J. Edgar, by Clint Eastwood

J. Edgar Hoover era un coñazo de tío y una película sobre su vida no podía ser más que un coñazo de película. Un personaje plano, sin atractivo alguno, salvo que entendamos que el fundamentalismo anticomunista puede ser atractivo. Baste decir que lo más interesante de su personalidad y en lo que más ahonda la película es en su homosexualidad más o menos latente. Fascinante, verdad?

Y claro, eso explica cómo es posible  hacer un filme tan pesado y soporífero sobre un tema en principo tan apasionante como los entresijos del FBI, que fue dirigido por Hoover nada más y nada menos que durante 50 años. Pues nada, con ese material Eastwood nos machaca con una historia anodina sobre un personaje anodino que no sólo no engancha en ningún momento sino que a ratos hasta es una canción de cuna de efecto inmediato.

Que sí, que DiCaprio y Naomi Watts se lo curran, y sobre todo se lo curran sus maquilladores, que tienen que conseguir caracterizar a sus personajes a lo largo de medio siglo. Yo diría, de hecho, que ésta es una peli básicamente de maquillaje; probablemente se tiraron más horas tuneándoles el careto a estos dos que rodando.

Yo ya con tanto biopic y tanta puñeta empiezo a estar hasta el remoño. Y los actores se vuelven todos loquitos y algunos locazas cuando les proponen un papel de éstos. Uysss, interpretar a alguien importante! Qué gran reto! Estudiar posturas, gestos, forma de andar, de hablar, de fumar, de follar... Oscar seguro. Y así últimamente me he tragado un montón de truños sobre las vidas de Marilyn, la Thatcher, y un sinfín de momias más de las que, en su mayoría, prefiero no acordarme. Eso sí, todas impecablemente carcterizadas.

De ésta en particular creo que en el futuro sólo recordaré la intriga por saber si al final Hoover se tira o no se tira al estirao de su ayudante. Yo me quedé sopa mucho antes de enterarme pero mi otro, que aguantó aguerridamente hasta el final, me ha dicho esta mañana que se pegan un morreo. O sea, que encima ni eso. Clint, desde que dejó de interpretar él sus propias películas, tiene muy descuidado el tema del sexo, porque cuando las interpretaba él bien que se ponía morado. Éste es de los que ya ni folla ni deja follar.

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