domingo, 6 de enero de 2013

Annie Hall, by Woody Allen

5 de enero, noche de Reyes, Córdoba (Spain). Ante la duda de que los Magos de Oriente (que ahora resulta que son andaluces, toma ya), me traigan algo con sustancia, decido hacerme yo un autorregalito preventivo. Y qué mejor que una sesión doble del maestro Allen? Pero en plan revisionista, nada de contemplaciones. Con auténtica mirada crítica y, pese a mi amor por Woody,  objetividad sin paliativos.

Así pues mientras el país entero recorre las frías calles en pos de la cabalgata real y recibe sus proyectiles letales en forma de caramelazos, yo me preparo para mi propio caramelito.

Empezamos con la mítica Annie Hall. Boli y libreta en mano (sí, soy una clásica, qué passssa) me dispongo a recoger para la posteridad mis impresiones.

Pues bien, hace muchos años que vi esta película y desde entonces hasta ahora he visto muchísimas más de su director. Y en comparación con algunas de ellas, tengo que decir con todo el dolor de mi corazón que Annie Hall me parece un coñazo.

La historia es más o menos la misma de otras pelis de Allen: el proceso de deterioro natural de una relación de pareja. Pero ocurre en un intervalo tan corto de tiempo que resulta tremendamente artificial. Desde que Annie y Alvy se conocen y se enamoran hasta que empieza a fallar el sexo y, por tanto, la relación, prácticamente no pasa nada de tiempo. Por los datos que se dan en la película, no llegan ni a los 3 años de margen que los científicos más pesimistas le conceden a la fase de enamoramiento y encoñe mutuo.

Además esta misma temática está mucho más conseguida en obras como "Maridos y mujeres" o en la brillante "Delitos y faltas". Y creo que es porque estas últimas son obras corales, en las que la relación de los protagonistas principales está en un contexto laboral, social y familiar que es casi tan apasionante como la propia relación amorosa.

Sin embargo en Annie Hall todo se reduce a planos de Allen y Keaton, diálogos de Allen y Keaton, miradas de Allen y Keaton, tics nerviosos de Allen y Keaton. Todo lo más Tony Roberts en contadas escenas mete algo de baza, pero como de refilón, casi por hacerle al muchacho el favor.

Y ese tipo de tête à tête', que a directores como Bergman se le dan de perlas, en mi opinión a Allen le quedan flojitos, desmadejados y sin sustancia. Y hasta los chistes parecen fuera de lugar o sencillamente metidos con calzador.

Lo mejor, la reflexión final:

- Mi hermano está loco, cree que es una gallina.

- Y por qué no lo metes en un manicomio?

- Qué dices? Necesito los huevos.

Pues algo así ocurre con las relaciones humanas; son totalmente irracionales, locas y absurdas, pero las seguimos manteniendo porque... "necesitamos los huevos".

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