domingo, 27 de enero de 2013

En la línea de fuego, by Wolfgang Petersen

Menudo coñazo las películas que van de matar al presidente de los USA! Qué pesadez, macho! Yo nunca me he explicado por qué extraña razón si alguien tiene como objetivo quitar de en medio a un presidente, en lugar de planificarlo para no alarmar y que nadie pueda obstaculizar su fin, se dedicaría a dar pistas tutiplén, a jugar al ratón y al gato y a perder el tiempo tonteando con los del servicio secreto.

Claro que si no fuera por eso a ver cómo haces una película de dos horas intentando alargar al máximo el momento culminante que todo el mundo está esperando, que es ver si al final se carga o no se carga al mandatario, a pesar de todas las zancadillas que el propio criminal se ha ido poniendo a sí mismo a base de dar pistillas a la bofia.

Y por supuesto, para llegar a enterarte tienes que tragarte antes cientos de conversaciones gilipollescas entre los dos caballeros en liza, del tipo: "Frank,tú y yo somos iguales... Frank, sólo tú puedes entenderme... Frank, por qué te dejó tu mujer, Frank???? Diossss, qué coñazo! Pos tío, quieres matar ya de una vez al puto presidente y dejar de hacer llamaditas tontas y decir memeces?????

En fin, menos mal que las memeces quien las suelta es el grandíiiiiisimo John Malkovich, que se pasa las dos horas disfrazándose de mamarracho para despistar, y la verdad es que es lo mejor de la peli. Los que hablan de duelo interpretativo no sé yo qué habrán visto, porque Eastwood una vez más lo que hace es interpretarse a sí mismo, con su cara de póker habitual (Sí, hombre, la misma que tiene desde que se convirtió en Harry el Sucio) perfectamente aderezada con la familiar voz de nuestro Constantino Romero.

En definitiva, Wolfgang Petersen, que es un tío muy profesional, consigue sacar la peli adelante y hasta entretener a base de artificios técnicos y escenas de acción y persecución bastante elaboradas, pero no deja de ser una de esas chorradas que pasan sin pena ni gloria y de las que nadie se acuerda un rato después de haberlas visto.

Lo mejor: los disfraces de Malkovich y ver a Clint sudando la gota y corriendo delante del coche presidencial.

Lo peor: las surrealistas conversaciones telefónicas entre el federal y el asesino. Un auténtico petardazo de difícil digestión.

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