lunes, 14 de enero de 2013

Maktub, by Paco Arango

Es difícil hacer una crítica objetiva de esta película, porque estoy completamente convencida de que la intención de Paco Arango al rodarla es noble, y porque hay un niño muerto detrás al que se homenajea con ella y porque estoy segura de que todos los actores y técnicos que intervienen en ella lo hacen con el misma loable propósito que el director.

Pero si tengo que ser honesta, a pesar de todas esas nobles intenciones, el resultado es un auténtico pastelazo de muy difícil digestión. Ya de por sí la historia de un niño con cáncer es suficientemente dura; no es necesario meter el dedo en el ojo del espectador para hacerle llorar a moco tendido. No hace falta ningún recurso facilón de irritación del lagrimal. Eso no me parece noble ni siquiera admisible. La propia realidad de ese niño basta para poner los pelos como escarpias a cualquiera.

Veo a todo el elenco intentarlo de veras y poner todas sus mejores artes al servicio de la película, pero no les sale. Ni Diego Peretti, que pone ese toque cómico inherente a su persona, ni Aitana Sánchez Gijón, que recita sus diálogos como si se los estuviera dictando un apuntador tartaja… en general ninguno de los actores se cree su papel porque estoy segura de que no creen en ese tipo de cine navideño familiar que están haciendo, eso sí, con la mejor de sus intenciones, para homenajear a ese chiquillo.

Encima leo por ahí que los beneficios de la película van destinados a fines sociales y ahí es donde ya me quito el sombrero, porque esta gente se ha prestado a hacer un tipo de cine del que seguramente abominan de un modo totalmente altruista para intentar ayudar a otros niños. Y me digo: de verdad tienes que hacer esta crítica y ser totalmente sincera? No podrías hacer la vista gorda y ponerla por las nubes? O sencillamente no hacerla y punto?

Y la respuesta es que no, no puedo. Porque me da rabia de verdad, porque creo que Arango, con toda su buena intención y su noble causa, podía haber hecho algo mucho más digno, de mayor calidad, evitando la lágrima fácil, con un guión y una historia que de verdad hicieran honor al sufrimiento de esos niños y de sus familias. Y en lugar de currárselo ha recurrido a lo más torpe: un cuentecillo navideño con cierto sabor cutredisney diseñado simple y llanamente para tocar las teclas afectivas más superficiales, como si fuera un capítulo de Hospital Central. Una verdadera pena.

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