miércoles, 17 de abril de 2013

Buenos días, by Yasujiro Ozu

Me estoy ajaponesando a pasos de gigante; en una semana llevo dos pelis niponas! Quién me iba a decir a mí que a estas alturas de mi vida cinéfila me iba a dar por este vicio!

Para mí hay una palabra que define perfectamente el cine de Ozu: sencillez. Eso es lo que a mí más me gusta de él. Sus películas no tienen apenas acción; son meros testimonios costumbristas, estampas de la sociedad nipona. Gente que habla, que ríe, que come, que se levanta y que se acuesta. Y alguno dirá: y para eso voy yo al cine? Vaya rollo! Pues mira, no resulta rollo porque encima el tío tiene un gran sentido del humor y al mismo tiempo que te vas enterando de los entresijos de la sociedad japonesa, te ríes.

En este caso Ozu se centra en la vida de una comunidad, una especie de “La que se avecina” pero a la nipona. Con su radiopatio, sus chismecillos, sus intrigas, sus dimes y diretes, sus pequeñas tragedias diarias y el complejo entramado social que todo ello implica. Y entre todas esas historietas domésticas, dos niños que deciden hacer una huelga de palabras porque su padre les dice que hablan demasiado.

Y ése es precisamente el contraste, por un lado el constante blablabla vacuo de los vecinos y por el otro el silencio cómplice de los dos hermanos, que dicho sea de paso, son dos niños comestibles, ñam ñam ñam, sobre todo el peque. Y mira que yo tengo fobia a los niños actores, que me dan un repelús de morirme, pero es que estos críos son otro mundo. Vamos, que dan hasta ganas de adoptarlos, aunque a estas alturas ya deben de andar por los 90 años o por ahí.

En definitiva, una película amable, divertida, sin pretensiones, libre de artificios, pero también cuidada y estilosa. Un pequeño gran descubrimiento que recomiendo a todos los que buscan en el cine una forma amena de adentrarse en otros mundos que, después de todo, no son tan diferentes al nuestro.

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