Que la justicia es un cachondeo ya lo dijo en su día el inefable alcalde de Jerez, don Pedro Pacheco. Pero hasta qué punto puede llegar a serlo no lo sabía yo hasta que no he visto esta película de Sidney Lumet basada en hechos tan reales como aberrantes.
Tenemos el juicio más largo de la historia de los USA, una pila de mafiosos italianos cada uno con su abogado correspondiente, y luego aparte un payaso que decide defenderse a sí mismo, y que mira tú por dónde, con sus chistes y sus polladas cae en gracia al juez, al público y hasta al jurado. Vamos, tanto les cae en gracia que... no, el final mejor no lo cuento.
Pero qué puede esperarse de un juicio que dura casi dos años? Te imaginas ver todos los días durante más de 600 días a la misma gente? Pues claro, se le coge cariño; no es de extrañar que surjan noviazgos, bodas, amistades de por vida... Y encima con un showman vocacional de prota animando el cotarro. Pues eso, un circo.
La historia es un tostón. Igual de pesada e interminable que fue en la realidad. Demasiados acusados, demasiados abogados, demasiadas defensas, demasiados tíos como para seguir quién es quién y de qué se le acusa.
Nada que ver con otras aventuras judiciales de Lumet, que siempre ha sido un tipo serio para estas cosas y no me explico en qué momento se le ocurrió la peregrina idea de llevar al cine la gilipollesca historia de este tiparraco chistosillo y montoyita. Y lo peor, sin pizca de crítica a un sistema judicial que permite semejantes pantomimas.
Es tan descarada la manipulación del tipo, los intentos burdos de conmover al jurado, mostrando fotos de la infancia, provocando la lágrima fácil, etc..., que una no puede entender que eso pueda funcionar con nadie. Imposible, la gente no puede ser tan tonta. Un mafioso, asesino, ladrón y traficante de drogas no puede caer en gracia a todo el sistema judicial porque cuente unos cuantos chascarrillos. Porfavoooooor!
Alguna gente destaca la actuación del protagonista principal, Vin Diesel. Por lo visto este pollo es un habitual del cine de acción y nadie se esperaba estos alardes interpretativos. Yo, como no veo pelis de acción, no lo conocía de antes y por tanto su trabajo no me sorprende ni me parece nada del otro mundo. No hace mal de payasete pero tampoco es algo inolvidable. Muy normalito, vamos.
Lo que sí se ve es la mano de Lumet, porque aunque la historia sea un puto coñazo este tío sabe hacer las cosas y se le nota eso que se llama oficio. Consigue un ritmo narrativo dinámico, lo suficiente como para mantener la atención del espectador y, a pesar del rollo morollo, no dejarlo caer en el sopor que tanto macrolío podría provocar.
Mientras veía la película pensaba en nuestra propia realidad judicial. Alguien se imagina que en un caso largo y espeso con multitud de acusados, como la Operación Malaya, ocurriera algo así? No sé, que al principal acusado, Juan Antonio Roca, le diera por defenderse él solo y por ponerse a hacer el indio en la sala para regocijo y entusiasmo de todo el mundo. Os lo imagináis?
Pues sí, llevaba razón Pacheco en lo de que la justicia es un cachondeo, pero si llega a ver cómo fue esta patochada de macrojuicio yanqui... creo que le hubiera dado un patatús. De verdad, la justicia española comparada con la norteamericana, es un dechado de seriedad y virtud.
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