miércoles, 23 de mayo de 2012

House, M.D. (TV), by David Shore

Llevaba mucho tiempo pensando que tenía que hacer una crítica de House pero nunca terminaba de decidirme. Anoche vi el último capítulo, en versión subtitulada, y por fin tuve claro que había llegado el momento.

House empezó bien, enganchando a muchísima gente con las aventuras y desventuras de ese médico borde, listillo y yonki que usa su enigmático vocabulario profesional con la misma soltura con la que suelta sus desplantes y exabruptos, sin despeinarse un solo pelo.

No le faltaba de nada, aunque para qué nos vamos a engañar, las tramas eran pelín repetitivas: caso misterioso, sintomatología variopinta, puede ser lupus, el paciente convulsiona, ay que fibrila, qué hacemos, al quirófano, abrimos, cerramos, tensión sexual con la que toque esta temporada... en fin, siempre la misma pauta, pero oye, que enganchaba.

Eso hasta que empezaron a aparecer las "cosas raras". Seres venidos del otro mundo que charlaban con House, visiones tremebundas, capítulos enteros de House delirando, explosiones, delirium tremens kafkianos... en fin, hasta que dejó de parecer House para convertirse en algo parecido a un Poltergate. Y la cosa perdió poco a poco su gracia.

Ya ni el lupus ni el vocabulario médico esotérico ni las convulsiones cada vez más frenéticas de los pacientes conseguían atrapar la atención. Que si aparecía el fantasma de Amber y discutían sobre Wilson, que si House en pleno síndrome de abstinencia ascendía a los cielos a la derecha de dios padre... Uffff, un desbarre total. A los guionistas se les fue la pinza y el personal empezó a aburrirse de tanta mononucleosis y tanta estreptococomía de plasma cromatográfico entre visitas espectrales.

El capítulo final (que por supuesto no pienso contar; os aguantáis y os lo tragáis como he hecho yo) es más de lo mismo de todo esto último: aparecidos, visiones, diálogos cada vez más farragosos y surrealistas, afortunadamente sin convulsiones (una novedad) ni lupus (otra novedad)... y un desenlace que... bueno, tal vez hubiera molado si las ultimas 4 temporadas no hubiesen existido. Ya, a estas alturas, los guionistas no daban para más, estaban secos total, y se han limitado a hacer un popurrí de excentricidades del famoso doctor y sus secuaces y a coronarlo todo con una guinda muy alejada de la excelencia de aquellos primeros episodios.

Sé que los incondicionales no me perdonarán esta crítica pero es lo que hay.  Ocho temporadas son muchas temporadas para mantener la brillantez de las 4 primeras. Es lo malo de alargar las cosas hasta el infinito y más allá, que tarde o temprano terminas cagándola.

Adiós House, Resquiescat in pacem.

1 comentario:

  1. Y a pesar de todo, House es Dios.

    ¿Qué coño es un Poltergate? ¿No querría decir poltergeist?

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