lunes, 21 de mayo de 2012
No habrá paz para los malvados, by Enrique Urbizu
Tropecientosmil Goyas; tenía que habérmelo olido, pero mis planchazos con los Goyas ya son todo un clásico y estaba cantado que tenía que volver a caer en mi piedra favorita.
Lo más alabado de esta película es la secuencia del principio y la final. De la última naturalmente no voy a hablar, pero sí puedo explayarme sobre la primera, y vaya si lo voy a hacer.
Este señor, que es un policía borrachuzo, pendenciero, noctámbulo y bastante guarrete, entra una noche a un bar a tomarse el enésimo cubata y, sin venir a cuento de nada, termina pegándole unos cuantos tiros al dueño, a la camarera y a otro que pasaba por allí. Y por qué hace esto? Ah, pues vete tú a saber, pregúntaselo a Urbizu, si es que él lo sabe.
Empezamos sin saber por qué se desencadena la historia puesto que el planteamiento inicial, como vemos, no tiene lógica ni sentido ni nada. Y ya a partir de ahí el señor éste se obsesiona por cargarse al único testigo que lo vio todo y se le escapó en la matanza. Y qué hace? Pues ir por ahí asaltando casas, preguntando a todo quisque y dejando toda clase de rastros de su búsqueda.
Para más delito, el tipo, lejos de adquirir para esta labor de discreta vigilancia una apariencia lo menos llamativa posible se dedica a hacer todas estas cosas con unas pintas inconfundibles de macarra dejado de la mano de dios, con unos pelos largos y grasientos como churros y enseñando la placa de madero hasta para entrar al water. Pasando desapercibido, vamos.
A todo esto el tipo no aparece por su curro ni de casualidad, y cuando le da por aparecer le suelta dos frescas al jefe, lo manda a tomar por culo y se las vuelve a pirar por to el morro. Pues sí que funciona bien y tiene disciplina la policía española! Que dios nos coja confesados.
En fin, un despropósito detrás de otro, y un personaje principal que en el intento de aparecer como siniestro y oscuro lo que consigue es dar un asquito de muerte y hacer vomitar hasta a las gallinas. Y yo me pregunto: para dar mucho miedo hace falta ser un guarro?
Eso sí, Coronado hace muy bien de tipo duro. No cambia el gesto en toda la película pero eso no le quita ni un ápice de mérito, puesto que tirarse dos horas sin mover un solo músculo de la cara también tiene su intríngulis. Yo no puedo, enseguida me da la risa. Un Goya muy merecido, sí señor.
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