miércoles, 3 de julio de 2013

Bullitt, by Peter Yates

Si de algo no cabe duda en esta mítica película es de que Steve McQueen (o su doble) fue un gran corredor. Se pasa aproximadamente el 40% del metraje corriendo detrás de alguien, bien a pie, bien en coche. Hay una famosísima secuencia de 15 minutos en la que persigue por todo San Francisco a otro coche, cuesta va cuesta viene, que es un poco la madre de todas las persecuciones ya mil veces vistas posteriormente por las mismas calles. Hay que reconocer que Peter Yates, el director, se lo curra.

San Francisco es la otra gran protagonista de esta historia. Sí, esa maravillosa ciudad en la que siempre hay un aparcamiento mágico justo en la puerta del sitio a donde uno va. Esa ciudad milagrosa en la que los coches se persiguen unos a otros a 200 kilómetros por hora, saltándose cruces y semáforos alegremente, sin que nadie resulte nunca muerto ni herido. Todo lo más los coches un poco perjudicados y el malo saltando por los aires, pero ni un solo daño colateral. Debe de ser la única ciudad del mundo con esa particularidad. Aquí en mi tierra te saltas nada más un triste semaforillo y te pegas una hostia fijo y te matas tú o matas a otro, o como mínimo atropellas a cuatro o cinco peatones. En San Francisco no; allí te puedes saltar todos los cruces del mundo y todos los stops, totalmente a tu bola, que no te va a pasar nada, ni a ti ni a nadie. Mola, eh?

Y luego está Jacqueline Bisset, que hace de novia de McQueen. Bisset un buen día se levanta y se da cuenta de sopetón de que el trabajo de su novio es muy violento y así se lo hace saber, que a ella no le gusta. O sea, tú eres novia de un curtido teniente de la policía desde hace años y no te habías percatado jamás de que ese trabajo no es precisamente como el de monitor en una guardería. Un día te da el volunto y decides que es un curro sumamente desagradable y muy sangriento para ti. Lo flipas. Pero bueno, lo de las persecuciones está guay para los aficionados a estas cosas, por lo menos entretiene.

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