Fernando Trueba intenta explicarnos el proceso creativo a través de una relación única, íntima, tortuosa, personal e intransferible: la de un artista y su modelo.
El artista mira a la modelo y la modelo se deja mirar.
El artista pinta, esculpe, crea... ella posa quieta, ausente y silenciosa.
El artista se enamora lentamente de la modelo.
La modelo lo sabe y explota su sensualidad para alimentar ese deseo.
Ergo... la inspiración nace del deseo.
Un pellejoso, viejo y cansado Jean Rochefort se enfrenta a la insultante juventud, a la belleza y a la carnalidad de una preciosa Aida Folch. El resultado es visualmente intachable, la fotografía magistral, sin mácula. Pero algo esencial falla: el proceso creativo NO SE PUEDE EXPLICAR.
El artista mira a la modelo y la modelo se deja mirar.
El artista pinta, esculpe, crea... ella posa quieta, ausente y silenciosa.
El artista se enamora lentamente de la modelo.
La modelo lo sabe y explota su sensualidad para alimentar ese deseo.
Ergo... la inspiración nace del deseo.
Un pellejoso, viejo y cansado Jean Rochefort se enfrenta a la insultante juventud, a la belleza y a la carnalidad de una preciosa Aida Folch. El resultado es visualmente intachable, la fotografía magistral, sin mácula. Pero algo esencial falla: el proceso creativo NO SE PUEDE EXPLICAR.
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