sábado, 27 de julio de 2013

Tan fuerte, tan cerca, by Stephen Daldry

Los que leen mis críticas de vez en cuando saben que tengo una especial aversión hacia los niños actores y sus personajes. Es muuuuuy raro que a mí me guste un niño en una película y las pocas veces que ocurre lo grito a los cuatro vientos cual acontecimiento cercano a lo milagroso.

Pues bien, nunca, jamás, en todos los días de mi vida, había dado con un niño más insoportable, más repelente, más pejiguera, más asqueroso, más asesinable, más pessssssao, más capullo, más chillón, más tonnnnnnnto... Diosssss, qué cosa más insoportable de criatura, qué engendro, qué assssssco!!!!

Prometo que no exagero. Los que hayáis visto la película sabéis de lo que hablo. Pero para los que no la hayáis visto, doy unos cuantos detallitos creo que suficientemente ilustrativos. Hablo de un niño que dice cosas como:

- Obviamente

- Eso es una pregunta retórica

- Soy un patógeno con patas

- Mamá, te pasas la vida in absentia.

- Hablo de lugares de referencia histórica

- Eso es un oxímoron

- Has tenido una reacción histérica ante acontecimientos traumáticos

Lo prometo. Esas cosas dice el niño. Y luego está la pandereta, la puta pandereta. Porque el niño va a todas partes tocando una pandereta, para no ponerse nervioso. Como los de la tuna pero en niño. Dios mío, puede haber algo más terrorífico, deleznable y espantoso en este mundo?

Llega un momento en el que el ruídito de la pandereta se te mete en la cabeza y empiezas a delirar y a tener visiones. Entonces piensas que Tom Hanks no tuvo más remedio que morirse en la película para dejar de escuchar la puta pandereta. Y que Sandra Bullock tiene esa cara de alelada porque alguien desde pequeña la puteó tocando a todas horas una pandereta.

Y por último piensas que Stephen Daldry,  un gran director, un tipo que ha firmado auténticas obras maestras como "El lector", sólo ha podido rodar esta mamarrachada con niño de pesadilla porque... alguien lo torturó durante horas, días, semanas y meses con una puta pandereta. Lo cual sólo puede dar lugar a lo que ha dado: algo IN-SO-POR-TA-BLE.

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