viernes, 17 de agosto de 2012

El río de la vida, by Robert Redford

Ésta es una de esas películas que una no sabe muy bien cómo valorar. No cabe duda de que tiene una fotografía maravillosa, un trasfondo poético innegable, unos personajes carismáticos y entrañables, unas interpretaciones memorables (de todos me quedo con Pitt, al que le toca el personaje sin duda más emblemático y potente), lo tiene prácticamente todo, pero terminas de verla, y dices... Y?

Supongo que para los amantes de la pesca debe de ser un pepinazo. Las escenas en el río con los dos hermanos dándole a la caña y a las moscas seguro que son para flipar, claro... si el tema te apasiona. Pero si lo de pescar no es lo tuyo todas esas escenas se hacen larguiiiiiiiiiiiiiísimas, pesadiiiiiiiiiiiiisimas, interminaaaaaaaaables... Un puto coñazo, vamos.

No dudo de que en la pesca haya un huevo de poesía y de que sea una de esas aficiones capaces de entusiasmar hasta la muerte a su público. Conozco a bastante gente que los fines de semana se levanta a las 5 de la mañana para cogerse un sitio bueno en el que echar el anzuelo y tirarse horas y horas pendiente de si el bicho pica o no pica. Yo sinceramente no lo puedo entender.

Sí puedo reconocer, en cambio, la belleza de la película, su evidente perfección técnica, el tono entre intimista y metafórico lleno de encanto, la sutileza de los diálogos, el impecable trabajo actoral... Lo reconozco todo, sí, pero... qué coñazo de río, hossssstia!!!!!!!

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