Coproducción franco-israelí en la que curiosamente Israel no sale demasiado bien parada. Bien es verdad que tampoco quedan muy por encima los palestinos. En realidad le pega un buen repaso al famoso conflicto a cuenta de otro conflicto más doméstico que representa en un plano metafórico la realidad de la zona fronteriza.
La verdad es que la premisa inicial cuesta creerla: el ministro de defensa israelí se compra una casa justo en la frontera con Cisjordania y su propiedad linda con la de una viuda palestina que vive de un limonar que tiene en su finca. Naturalmente el servicio de seguridad del político se percata al instante de que los limoneros tapan visibilidad y son el hábitat perfecto para el terrorista intrépido que quiera atentar contra la vida del ministro o de su familia. Solución? Cargarse el limonar e indemnizar a la señora. Follón al canto.
Hombre, la cosa es verdad que canta un poco, porque aunque Israel es un país minúsculo, es difícil creer que no encontrara este caballero otra zona mejor donde instalar su hogar. Nótese nuevamente el tono metafórico de la historia: con la de sitio que hay en el mundo, por qué habéis venido a plantar vuestro país justo aquí? Ya digo que Israel no sale demasiado bien parada, y la prepotencia del ejército israelí es constantemente puesta de manifiesto en un montón de detalles.
De paso se aprovecha también para darle un poco de caña a la Autoridad Palestina y a la cultura islámica: el papel sumiso de la mujer y el control férreo del macho musulmán sobre ella, el retraso evidente de una civilización anclada en el pasado, la descarada manipulación de la información a favor de la causa... En fin, que aquí no se salva ni la potota.
Bueno, sí, se salva Hiam Abbas, que es la actriz que interpreta a Salma, la viuda palestina, y que consigue darle una dignidad y una elegancia a su personaje verdaderamente admirables.
Merece la pena verla; es una historia diferente y no es en absoluto aburrida. A pesar de que la acción no es trepidante, se mantiene una cierta tensión sobre el desenlace. Por supuesto no voy a revelarlo, pero adelanto que, como buena metáfora, se acerca bastante a lo que podría ser la resolución del gran conflicto. O lo más parecido que hay a una posible resolución. Y hasta aquí puedo contar.
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