A estas alturas está claro que Meryl Streep puede con todo. Si alguien podía interpretar a Margaret Thatcher pareciendo un calco de la Dama de Hierro ésa era ella. Supongo que algún día alguien hará un biopic de Angela Merkel, y a que no adivináis quién la interpretará? Exacto, ella.
Yo a este filme le hubiera puesto otro título: “Misión imposible: beatificar a Thatcher”. Porque realmente la absurda y patética pretensión de Lloyd es ésa, mostrarnos a una dulce ancianita que habla constantemente con su difunto esposo en modo fantasma guasón, y que va recordando su vida como si no hubiera hecho otra cosa durante ella que luchar arduamente contra el mal y hacer el bien.
Y qué nos cuenta doña Maggie? Pues que era hija de un honrado y modesto comerciante conservador, que se hizo a sí misma como animal político teniendo que luchar contra los prejuicios por su sexo y procedencia social y que tenía un marido muy simpático, divertido, complaciente y sacrificado. Vamos, nada que ver con la bruja que se cargó en los años 80 cualquier atisbo de justicia social que pudiera haber en el reino Unido y que dio rienda suelta a las políticas ultraliberales que nos han traído hasta aquí.
En definitiva, su filosofía vital era: cada uno es responsable de lo que es y de lo que tiene, y por tanto que cada cual se busque la vida y no espere que le saquemos las castañas del fuego. Vamos, como dijo el otro, que o te aclimatas o te aclimueres. Y eso es lo que hay. Encantadora, verdad?
Yo a este filme le hubiera puesto otro título: “Misión imposible: beatificar a Thatcher”. Porque realmente la absurda y patética pretensión de Lloyd es ésa, mostrarnos a una dulce ancianita que habla constantemente con su difunto esposo en modo fantasma guasón, y que va recordando su vida como si no hubiera hecho otra cosa durante ella que luchar arduamente contra el mal y hacer el bien.
Y qué nos cuenta doña Maggie? Pues que era hija de un honrado y modesto comerciante conservador, que se hizo a sí misma como animal político teniendo que luchar contra los prejuicios por su sexo y procedencia social y que tenía un marido muy simpático, divertido, complaciente y sacrificado. Vamos, nada que ver con la bruja que se cargó en los años 80 cualquier atisbo de justicia social que pudiera haber en el reino Unido y que dio rienda suelta a las políticas ultraliberales que nos han traído hasta aquí.
En definitiva, su filosofía vital era: cada uno es responsable de lo que es y de lo que tiene, y por tanto que cada cual se busque la vida y no espere que le saquemos las castañas del fuego. Vamos, como dijo el otro, que o te aclimatas o te aclimueres. Y eso es lo que hay. Encantadora, verdad?
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