A ver cómo cuento yo esto, porque la cosa tiene su intríngulis. Ésta es la historia de una familia que tiene una peculiaridad consistente en que cada vez que se juntan para algo, para lo que sea, pues ellos cantan.
Pero no, no es un musical en sentido estricto, o sea, no es que canten como parte de los diálogos, sino que cantan de verdad. Cantan constantemente lo que supongo que son cantos regionales, coplas tradicionales de su tierra, probablemente irlandesas o galesas o vete tú a saber. Y las letras de las canciones son algo así como:
Vi a la tía Molly en el parque y tenía un sombrero rojo; los pajaritos trinaban y la tía Molly estaba sentada en un banco.
Me gusta la escarola con vinagre, y el tomate también y la prima Harriet me mira y pela patatas. Oh, sí, la prima Harriet pela patatas.
Y claro, choca. Nosotros que somos más de letras como “Ojos verdes, verdes como la albahaca, verdes como el trigo verde y el verde verde limón”, o mismamente “Era hermoso y rubio como la cerveza, el pecho tatuado con un corazón, en su voz amarga, había la tristeza doliente y cansada del acordeón”, pues estas historias de la tía Molly y la prima Harriet y la escarola con vinagre no las pillamos muy bien. Resulta un poco raro ver a la gente en una boda cantando estas cosas, pero más todavía cuando te las cantan en un funeral. Cuanto menos, impacta, oye.
Y lo que no sabe una muy bien es por qué cantan tanto, porque entre cante y cante el padre de familia les da unas palizas que pa qué. La pobre Freda Dowie, que hace de madre, se pasa toda la película con la cara hecha un ecce homo y los brazos llenos de preocupantes moratones. Como no sea que canten por aquello de que “El que canta los males espanta” o por eso otro tan nuestro de que “el español cuando canta o está jodido o poco le falta”… Vete tú a saber, pero todo muy raaaaaro raaaaaro raaaaaro.
Pero no, no es un musical en sentido estricto, o sea, no es que canten como parte de los diálogos, sino que cantan de verdad. Cantan constantemente lo que supongo que son cantos regionales, coplas tradicionales de su tierra, probablemente irlandesas o galesas o vete tú a saber. Y las letras de las canciones son algo así como:
Vi a la tía Molly en el parque y tenía un sombrero rojo; los pajaritos trinaban y la tía Molly estaba sentada en un banco.
Me gusta la escarola con vinagre, y el tomate también y la prima Harriet me mira y pela patatas. Oh, sí, la prima Harriet pela patatas.
Y claro, choca. Nosotros que somos más de letras como “Ojos verdes, verdes como la albahaca, verdes como el trigo verde y el verde verde limón”, o mismamente “Era hermoso y rubio como la cerveza, el pecho tatuado con un corazón, en su voz amarga, había la tristeza doliente y cansada del acordeón”, pues estas historias de la tía Molly y la prima Harriet y la escarola con vinagre no las pillamos muy bien. Resulta un poco raro ver a la gente en una boda cantando estas cosas, pero más todavía cuando te las cantan en un funeral. Cuanto menos, impacta, oye.
Y lo que no sabe una muy bien es por qué cantan tanto, porque entre cante y cante el padre de familia les da unas palizas que pa qué. La pobre Freda Dowie, que hace de madre, se pasa toda la película con la cara hecha un ecce homo y los brazos llenos de preocupantes moratones. Como no sea que canten por aquello de que “El que canta los males espanta” o por eso otro tan nuestro de que “el español cuando canta o está jodido o poco le falta”… Vete tú a saber, pero todo muy raaaaaro raaaaaro raaaaaro.
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