Sin límites la cantidad de bostezos que me provocó la película, que casi me descuajaringo la mandíbula.
Sin límites la paranoia de Antonio Hernández: el anciano con demencia que sufre alucinaciones, el hijo que se pone a investigar sobre su padre, el terrible secreto de familia... Venga ya, Hernández!
Sin límites el genio de Fernando-Fernán Gómez, que a pesar de interpretar a un frágil abuelillo con Alzheimer, en todo momento parece que se va a echar a gritar: “Váyanse ustedes a la mierrrrrda!!!!”
Sin límites el edulcoramiento exagerado de Ana Fernández, probablemente la actriz más almibarada del cine español. Verla, y sobre todo oirla, y tener un subidón de azúcar es todo uno.
Sin límites el talento de Adriana Ozores. Sus breves apariciones son, con diferencia, lo mejor de la película.
Sin límites la suerte de Leonardo Sbaraglia, que toca tetas por partida doble y tiene escenas de baño y cama con dos señoras estupendas. Por lo demás, planito y sosito como es él de natural.
Sin límites la tontería de la historia, la espesez del guión y el agilipollamiento crónico de la familia protagonista. Un tostón sin límites con una ilimitada sarta de majaderías de muy dudosa verosimilitud. Vamos, hablando en plata, lo que viene siendo de toda la vida de dios una mierda sin límites.
Es posible que el hombre no sea mas que un cúmulo de fantasmas moradores de esa residencia llamada cabeza y dependiendo del miedo que nos generen o de nuestra capacidad para convivir con ellos, seamos más o menos ufanos, adulterados, veraces o falsos. La memoria es en realidad una insondable y personal obra de teatro, interpretada por esos fantasmas debidamente pasados por el tamiz de la parcialidad y la subjetividad. Si ya en lo inmediato somos capaces de falsear la realidad, que no seremos capaces de hacer con nuestros recuerdos y vivencias.
ResponderEliminarSi la realidad está viciada por nuestros prejuicios, nuestras miserias e inseguridades, cuando la pérdida de capacidad mental, la jubilación de nuestras neuronas y la enfermedad hacen aparición es posible que la verdad intente asomar en ese océano de imposturas. Antes náufraga, ahora redentora de oscuros pasajes humanos.
De ese viaje atroz trata esta hermosa película. Pero no solo se articula como un juego del pasado o retorno al tormento, igualmente lo enfrenta a la cruda sustantividad del presente, en el que el universo familiar bucea en indigencias y penurias claramente más mezquinas. Sería como ver jugar al pasado y al presente a chocar las palmas de la mano, una y otra vez, atrapando al aire común de la progenie o cuna.
Aquellos años en los que la noche se cernió infinita sobre nuestra tierra, cuando la ignorancia y el fanatismo fascista se apoderó de la espada del miedo, cuando las voluntades quedaron torcidas, el silencio pudo ser mas miserable que la traición. Esa respuesta ante la incógnita y la ocultación de un amor amanerado, aniquilan a la creadora y sentencian a la madre al desprecio. Es un recorrido turbio hacia nuestros espectros políticos, ideológicos y homófobos, tan veraz y aterrador como la visión de la propia contienda, pero narrado y contado desde el presente, tanto o más doloroso al estar reflejado en los ojos de un hijo agarrado de la mano de su padre moribundo. Tal vez ese anciano tenga mas aliento vital los últimos días que en toda su vida aplastada por su silencio.
Hernández realiza un guión preciso y eficaz, en el que se mezclan drama y thriller de forma espléndida y donde la calidad de realización roza el magisterio. Es un placer ver esta obra, no ya solo por su historia, igualmente por la elegancia y fluidez de su narración, por su "tempo" y capacidad de captación. Un ejercicio extraordinario de realización en el que cualquier aficionado al buen cine, quedará hipnotizado por el despliegue visual que nos regala el regidor y su capacidad de dirección de actores. Exquisitas maneras y formas adornando un tremendo drama humano. Probablemente uno de los ejercicios mas brillantes del cine español en décadas.
Bueno, don Francisco, con todos mis respetos hacia su docta opinión, siento disentir por completo.
ResponderEliminarDonde usted ve pura poesía, elegancia y fluidez yo veo pura paranoia y una historia, cuanto menos, pelín inverosímil y llena de despropósitos.
Si a ello le añadimos unas interpretaciones que oscilan entre la planicie de Sbaraglia y la hiperpastelosidad de Ana Fernández (por no hablar de Geraldine Chaplin, de la que mejor me guardo mi opinión)... plafffff, se cae todo el invento.
Pero vamos, que para gustos colores.
Usted cree de verdad que a un señor con Alzheimer que tiene delirios y ve alucinaciones alguien le va a hacer ni puto caso? Le parece lógico que un hijo se preste a entrar en los delirios de un padre demente, y además de seguirle la corriente, se los fomente? No sé, a mí me suena raaaro raaaaro raaaro.