Dicen de esta película que, si no has leído el libro de Stieg Larsson, no te enteras de nada. Puede ser; está claro que la incomprensible densidad de contenidos criminales que Daniel Alfredson aborda debe de ser fruto de una serie de tramas probablemente más desarrolladas en la novela. Es lo que les pasa a algunos cuando pretenden contar 2000 páginas en 2 horas.
En esta segunda parte Larsson ha visto claro que el gran hallazgo de su saga es el personaje de Lizbeth Salander y ya se tira al barro total con ella. Lo que pasa es que el personaje empieza a resultar un poco cargante; puede que en la primera parte nos la metiera doblada y hasta disfrutáramos de sus habilidades y de su potente personalidad, una mezcla entre Lara Croft, Rambo, MacGyver y Bond, James Bond, pero ya cansa la tía.
Salander, interpretada de nuevo por la pequeña y fascinante Noomi Rapace, es lista, ágil, dinámica, monta en moto de gran cilindrada, deja kao con un par de pataditas a tipos el triple de grandes que ella, corre más que nadie, hackea mejor que nadie, probablemente folla mejor que nadie… Ya vale, no????? Jartura de tía, machooo! Así cualquiera gana a los malos. Pos vaya mérito, tú!
Pues eso, trama espesa a más no poder, hombres muy malos, casi todos violadores, sádicos, puteros, físicamente repugnantes… Qué asco de suecos, hossstia! Y los pocos que se libran, como el periodista de Millennium, son de un sosito y un blandengue que echa para atrás. No es de extrañar, desde luego, que con ese triste panorama Salander no tenga más remedio que darse a los placeres sáficos. Es que la alternativa es para morirse.
En fin, no me convenció la primera y menos aún me convence la segunda. No obstante, ya que estoy puesta, cuando pueda terminaré con esta pesadilla sueca y me tragaré la tercera, en la que ya me imagino que Lizbeth Salander podrá volar, ir a Marte, escalar ochomiles sin más ayuda que un lápiz, tragar fuego… en fin, pocas habilidades le quedan por demostrar, pero con ella todo es posible. Y a ver si hay suerte y se la cargan ya de una vez, coññññño.
En esta segunda parte Larsson ha visto claro que el gran hallazgo de su saga es el personaje de Lizbeth Salander y ya se tira al barro total con ella. Lo que pasa es que el personaje empieza a resultar un poco cargante; puede que en la primera parte nos la metiera doblada y hasta disfrutáramos de sus habilidades y de su potente personalidad, una mezcla entre Lara Croft, Rambo, MacGyver y Bond, James Bond, pero ya cansa la tía.
Salander, interpretada de nuevo por la pequeña y fascinante Noomi Rapace, es lista, ágil, dinámica, monta en moto de gran cilindrada, deja kao con un par de pataditas a tipos el triple de grandes que ella, corre más que nadie, hackea mejor que nadie, probablemente folla mejor que nadie… Ya vale, no????? Jartura de tía, machooo! Así cualquiera gana a los malos. Pos vaya mérito, tú!
Pues eso, trama espesa a más no poder, hombres muy malos, casi todos violadores, sádicos, puteros, físicamente repugnantes… Qué asco de suecos, hossstia! Y los pocos que se libran, como el periodista de Millennium, son de un sosito y un blandengue que echa para atrás. No es de extrañar, desde luego, que con ese triste panorama Salander no tenga más remedio que darse a los placeres sáficos. Es que la alternativa es para morirse.
En fin, no me convenció la primera y menos aún me convence la segunda. No obstante, ya que estoy puesta, cuando pueda terminaré con esta pesadilla sueca y me tragaré la tercera, en la que ya me imagino que Lizbeth Salander podrá volar, ir a Marte, escalar ochomiles sin más ayuda que un lápiz, tragar fuego… en fin, pocas habilidades le quedan por demostrar, pero con ella todo es posible. Y a ver si hay suerte y se la cargan ya de una vez, coññññño.
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