Como la vida misma: amores que empiezan, amores que terminan, duelos que hay que pasar, olvidos que tardan en llegar, olvidos que por fin llegan, reinicios a la vida... y otra vez: amores que empiezan...
Juan Taratuto nos cuenta con tono ligero el proceso en esta comedia agridulce que tiene momentos verdaderamente divertidos. El personaje principal resulta tan patético, tras el abandono de su mujer, que es imposible no confraternizar con él. Verdaderamente memorables son sus conversaciones con el psiquiatra. Son tannnn argentinas!!!!!
Tengo que reconocer que me encanta Diego Peretti. Tiene una vis cómica increíble, acentuada por una fisonomía casi de tebeo que le va de perlas al papel. Realmente el peso de la película lo lleva él; a su lado Soledad Villamil es una mera comparsa, y su personaje carece de relevancia. Taratuto bien podía haberlo reducido a una voz; de hecho creo que la presencia física de la esposa sobra. Su personaje queda mucho mejor definido en las conversaciones telefónicas.
En fin, quién no ha hecho de terapeuta alguna vez con un amigo abandonado? Quién no se ha emborrachado con él o ella, o le ha concertado citas a ciegas, o se ha echado a temblar cuando ha visto su número en el móvil?
Reconócelo, seguro que hasta alguna vez puede que te hayas hecho el loco y no le hayas contestado. No te tortures, todos somos humanos. Y qué coño, las cosas como son: los abandonados pueden ser un auténtico tostón.
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