jueves, 30 de mayo de 2013

Brick, by Rian Johnson

Por qué siempre que el protagonista se acerca a una cabina, suena el teléfono y es uno que casualmente quería hablar.

Por qué este tío, cuando encuentra a su novia muerta, no llama a la policía sino que echa un par de lagrimitas y oculta el cadáver. Qué clase de imbécil haría algo así.

Por qué un capo de la mafia, aunque sea de instituto de secundaria, deja que le chulee y le tome el pelo un pringao con pintas de llanero solitario.

Por qué a pesar de las hartás de hostias que le pegan a este muchacho no le parten ni una costilla ni un diente ni un triste dedo.

Por qué parece tan fácil infiltrarse de stranger en una organización delictiva. Hola, qué tal, me llamo Johnny, dónde hay que apuntarse.

Por qué para ser un chulazo de película hay que decir chorradas como “En la biblioteca hay diccionarios. SÍ está en la S”.

Por qué Rian Jonson no se mete a cocktelero si tanto le gustan las mezclas raras y las guarradas

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