martes, 28 de mayo de 2013

Profesor Lazhar, by Philippe Falardeau

No, por mucho que algunos lo pretendan, esto no es “La clase” ni se le parece lo más mínimo. Sí, tienen en común que las dos transcurren en el ámbito escolar, que son películas sobre la educación, que plantean conflictos de aula, pero nada más.

“Profesor Lazhar” parte de un hecho completamente incomprensible, demencial, pero al que Philippe Falardeu no da una explicación mínimamente satisfactoria en todo el filme: la profesora de unos niños aparece ahorcada en su clase. Por qué una persona decidiría suicidarse en un lugar lleno de niños, sabiendo que ellos encontrarán su cuerpo y quedarán traumatizados de por vida. Pues ni lo sabemos al principio de la película ni lo averiguamos al final.

A partir de ahí un despropósito tras otro. De repente aparece un profesor argelino ofreciéndose a dar clases a estos niños y sin curriculum ni papeles ni nada es contratado inmediatamente. Bien podría haber sido un farsante sin titulación ni experiencia, o aún peor, un terrorista o un pederasta, pero nada, lo contratan y lo colocan al frente de una clase con un montón de chiquillos hechos polvo por el suicidio de su profesora. Y que sea lo que Dios quiera.

Por otra parte, lo que en “La clase” era un exquisito respeto por todos los elementos del sistema educativo, un difícil ejercicio de objetividad, de retratar la realidad tal cual sin intervenir en ella, aquí es como una especie de alegato a los métodos del profesor argelino.
Una versión moderna de “Rebelión en las aulas”? No, tampoco, imposible, porque el profesor Lazhar carece por completo de atractivo personal, nada que ver con ese profesor revolucionario y lleno de carisma que interpretaba Poitier, cuya mera presencia física ponía los pelos como escarpias. Lazhar es un tipo triste, gris, nada dinámico, que lo primero que hace al entrar al aula es cambiar los pupitres, que estaban en círculo para trabajar en grupo, y ponerlos en fila, como toda la vida de dios. Vamos, la antítesis del docente innovador y deslumbrante.

Y es normal, luego nos enteramos de que este hombre tiene un pasado terrible y que su situación presente es bastante problemática, así que poco dinamismo puede aportar a su clase. Es un tipo destrozado por la vida y, a diferencia del personaje de Poitier, da más pena que otra cosa.
Lazhar no es magnético, no impresiona, no tiene madera de líder, así que es imposible entender el entusiasmo que supuestamente despierta en sus alumnos. Ni, por cierto, en la profesora de la clase de al lado, que de forma incomprensible le hace ojitos. En fin, que este caballero de triste figura, aparte de despertar una inmensa piedad no puede ser nunca ese profesor emblemático, de los que nunca se olvidan, que el director pretende colarnos. Vamos, ni de coña.

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