viernes, 10 de mayo de 2013

Millennium 3: La reina en el palacio de las corrientes de aire, by Daniel Alfredson

Por finnnnn termina la chapa esta de la Lisbeth Salander! Qué pesadilla de mujer! Y por fin termino yo de martirizarme con la saga Millennium, que maldita la hora en la que vi la primera entrega y me obligué a mí misma a tragarme todas las demás!

Si la primera me pareció una mamarrachada y la segunda una mamarrachada todavía más gorda, tengo que decir que la cosa ha ido in crescendo y ya ésta me parece la mamarrachada más mamarracha de todas las mamarrachadas del mundo mundial.

Para empezar... de dónde sale ese título infame. Dónde está la reina. Dónde está el palacio. De qué corrientes de aire habla este tío.

Daniel Alfredson se queda descansando en esta última entrega de la trilogía. La película es un caos sin fin, hay un exceso de tramas paralelas y de personajes que hace que te pases todo el tiempo preguntándote éste quién es, el otro de dónde sale, y aquella qué pinta aquí, pero esto qué coño es, y cosas así. Yo me tiré casi todo el metraje más despistá que una chiva en un baile sin enterarme ni papa.

Sí, te enteras de que Lisbeth Salander está convaleciente porque Noomi Rapace tiene una carita que da pena y está con un camisón en el hospital toda amoratada y con una venda en la cabeza. A todo esto el periodista que interpreta Michael Nyqvist con su expresividad habitual (léase en modo ironía, porque el tipo tiene la misma movilidad facial que una piedra pómez) intenta conseguir pruebas de que a Salander la internaron en un manicomio de pequeña de forma fraudulenta, mientras recibe amenazas de un grupo de vejestorios que no se sabe muy bien quiénes son ni qué es lo que pretenden.

Con lo que más alucinas es con la velocidad de la justicia sueca. Acostumbrados como estamos aquí a procesos eternos que pueden prolongarse, desde que empieza la instrucción hasta que se dicta la sentencia del último recurso, algo así como mil años... en la película lo flipas. La Salander empieza la película con una abogada embarazada de casi nueve meses (por lo gorda) y cuando acaba el juicio la abogada sigue embarazada de nueve meses. Ni el menor síntoma de parto, tú.

Y luego las pintas que me lleva la Salander en el juicio. Por el amor de diossssss, si es que nada más que por el estilismo merecería una condena a cadena perpetua por lo menos. Si en las dos primeras entregas ya daba muestras la muchacha de tener unos gustos bastante peculiares, ya aquí se tira al barro totalmente. Aparece en la sala en la que van a juzgarla con una cresta punki que necesita para mantenerse en pie toda la gomina de los países escandinavos junta. La oreja ni se le ve de la de pinchos que lleva encima, y el maquillaje entre gótico y siniestro es de película de terror serie B.

Ahora que lo pienso igual el título viene de la cresta, que es talmente como si una estuviera en medio de una corriente de aire y tuviera todo el pelo levantado. Lo que de toda la vida de dios se ha dicho: "y yo con estos pelos"

En fin, que a dios gracias ya he terminado con esta pesadilla a la sueca y por fin puedo dormir tranquila sabiendo que Lisbeth Salander fue juzgada, que la verdad salió a la luz y que aunque los suecos sean una panda de violadores, maltratadores y tarados de mucho cuidado, luego tienen una justicia superrápida y los malos terminan siempre entre rejas. Ea, bye bye Salander, ahí te quedas con tus pinchos y tus 10 kilos de gomina. Y cuidaíto con las corrientes, hijademivida, te vayan a estropear el peinado.

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