lunes, 5 de marzo de 2012

Sin límites, by Neil Burger

Érase que se era un tonto empastillao bajo una chopera. Poco más o menos así podría titularse esta película, porque resume perfectamente lo básico de la trama, por llamarla de alguna manera.

Un tío colgaísimo, sin oficio ni beneficio, más guarro que la potota, va y se toma un día una pastillita que casualmente le regala su excuñao, con el que lleva algo así como chiquicientos años sin verse, y con la pastillita le da un subidón que te cagas y en un par de días se hace millonario. Conste que no estoy revelando nada porque esto se ve en el minuto 3. Y nada, a partir de aquí todo es un sindiós: el tío a tope, se lava la cabeza, que falta le hacía, limpia su piso que se caía de mierda, la novia flipá, mafias que lo persiguen, empresarios de éxito que se lo rifan, peeeeero...  hasta aquí puedo contar.

La típica estética videoclipera que ya, por lo vista y requetevista, resulta tan cansina; un actor que dicen por ahí que es guaperas (en fin, sobre gustos...); una historia de amor de fondo, cómo iba a faltar; y un gancho muy desafortunado: Robert de Niro haciendo uno de esos papeles que dice una: por qué, Bob, por qué lo has hecho, si tú no tienes necesidad de esto?

A ver, la verdad es que la peli entretiene y se deja ver tranquilamente sin caer en el sopor; tiene sus ratitos de acción, su mijita de intriga, su correspondiente escena vomitivo-sanguinolenta... vamos, que no le falta un detalle. Si no fuera porque el guión es más flojo que un muelle guita y porque los actores están del primero al último pa pegarles una somanta palos, incluído mi adorado Roberto... podría hasta casi aprobarla por los pelos. Pero sinceramente, visto lo visto, me niego. Igual con una pastillita de ésas...

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