Dudaba yo anoche entre "Fresas salvajes" de mi tocayo Ingmar Bergman y este remake de "Imitación a la vida" de Douglas Sirk cuando me dije yo a mí misma: "Ingmar Bergman túuuuuuuuuu? Estamos de coña?????? Quieres aburrirte como una puta ostra durante dos horas????" Y mi Pepito Grillo cinéfilo ni protestó ni nada, ahí callado como una puta, dejándome caer en el vacío. Y nada, ganó "Imitación a la vida" por goleada y Bergman se fue por tropegésima vez al carajo de los "ya los veré otro día".
La verdad es que los clásicos americanos han hecho mucho daño a la humanidad. A estas alturas y después de haber visto tanta peli de los 40-50 es muy difícil actuar convenientemente ante muchas situaciones complicadas de la vida. En fin, ya no sabe una qué cara poner cuando le pasa algo. Por mucho que abras los ojos o desencajes la mandíbula o te eches las manos a la cabeza o te dobles por la mitad o te meses los cabellos nunca darás la talla.
En esta peli hay dos historias paralelas. Son dos madres y dos hijas, unas blancas y otras negras. Sería la versión USA de nuestro castizo “Una morena y una rubia, hijas del pueblo de Madrizzzzz”. Y aunque desde el principio se intenta revestir la relación entre ambas de un cierto igualitarismo hay un detallito que canta un poco: la señora y la niña blancas en todo momento llaman de tú y por su nombre de pila a la negra mientras que la señora y la niña negras en todo momento tratan de usted y de señorita a la blanca. Y vamos, hablando en plata, la negra termina siendo la chacha de la blanca. Eso sí, chacha, pero sin embargo amiga.
La historia de las blancas es un rollazo de tomo y lomo. La madre es actriz y al principio no encuentra trabajo aunque luego ya arranca y se hace hiperfamosa, una gran estrella, y claro, la niña, que es bastante mema y pija, se mosquea un poco porque mami no le presta toda la atención que a ella le gustaría. En fin, ya he dicho que era un rollo morollo. Y ver a Lana Turner hacer muecas raras como una posesa tampoco ayuda demasiado.
La historia más sustanciosa es la de las negras, para empezar porque la hija de la negra resulta que le sale blanca. Tremendo problemón. Porque claro, teniendo en cuenta que estamos en tiempos de la segregación racial en los USA, pues la muchacha está encantada con su color pero no tan encantada con el de su oscura mamá. Y aquí es donde surge verdaderamente el conflicto gordo de la película. Porque la señora sale superpesada y se pasa la vida intentando convencer a la niña de las bondades de la negritud.
Vamos a ver, señora, si su hija no quiere saber nada de usted porque es negra y ella está empeñada en ir por la vida de blanca, a cuento de qué va usted por ahí incordiándola y presentándose a todos sus amigos y a sus jefes y a todo el mundo para que la pobre muchacha se pegue un sofocón detrás de otro? Es un sinvivir, por favorrr! Reconozco que el personaje de la madre negra a mí me da bastante repelús. Tanta bondad natural, tanta generosidad, tanto desprendimiento, tanto baboseo… Ya sé que habrá quien piense que tengo el corazón de piedra pómez pero sinceramente, a mí este tipo de madres me superan. Yo soy más de madrastrones.
La verdad es que los clásicos americanos han hecho mucho daño a la humanidad. A estas alturas y después de haber visto tanta peli de los 40-50 es muy difícil actuar convenientemente ante muchas situaciones complicadas de la vida. En fin, ya no sabe una qué cara poner cuando le pasa algo. Por mucho que abras los ojos o desencajes la mandíbula o te eches las manos a la cabeza o te dobles por la mitad o te meses los cabellos nunca darás la talla.
En esta peli hay dos historias paralelas. Son dos madres y dos hijas, unas blancas y otras negras. Sería la versión USA de nuestro castizo “Una morena y una rubia, hijas del pueblo de Madrizzzzz”. Y aunque desde el principio se intenta revestir la relación entre ambas de un cierto igualitarismo hay un detallito que canta un poco: la señora y la niña blancas en todo momento llaman de tú y por su nombre de pila a la negra mientras que la señora y la niña negras en todo momento tratan de usted y de señorita a la blanca. Y vamos, hablando en plata, la negra termina siendo la chacha de la blanca. Eso sí, chacha, pero sin embargo amiga.
La historia de las blancas es un rollazo de tomo y lomo. La madre es actriz y al principio no encuentra trabajo aunque luego ya arranca y se hace hiperfamosa, una gran estrella, y claro, la niña, que es bastante mema y pija, se mosquea un poco porque mami no le presta toda la atención que a ella le gustaría. En fin, ya he dicho que era un rollo morollo. Y ver a Lana Turner hacer muecas raras como una posesa tampoco ayuda demasiado.
La historia más sustanciosa es la de las negras, para empezar porque la hija de la negra resulta que le sale blanca. Tremendo problemón. Porque claro, teniendo en cuenta que estamos en tiempos de la segregación racial en los USA, pues la muchacha está encantada con su color pero no tan encantada con el de su oscura mamá. Y aquí es donde surge verdaderamente el conflicto gordo de la película. Porque la señora sale superpesada y se pasa la vida intentando convencer a la niña de las bondades de la negritud.
Vamos a ver, señora, si su hija no quiere saber nada de usted porque es negra y ella está empeñada en ir por la vida de blanca, a cuento de qué va usted por ahí incordiándola y presentándose a todos sus amigos y a sus jefes y a todo el mundo para que la pobre muchacha se pegue un sofocón detrás de otro? Es un sinvivir, por favorrr! Reconozco que el personaje de la madre negra a mí me da bastante repelús. Tanta bondad natural, tanta generosidad, tanto desprendimiento, tanto baboseo… Ya sé que habrá quien piense que tengo el corazón de piedra pómez pero sinceramente, a mí este tipo de madres me superan. Yo soy más de madrastrones.
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